Un desalojo no va a tapar la falta de vivienda digna
Notificación de desalojo para 30 familias en Colón, desempleo, pobreza y precariedad ambiental: ¿Qué formas de protección debe garantizar el Estado?
[Desigualdades sociales y derecho a una vivienda]
•×Ana Paula Alegre*
15 familias, 30 personas adultas, 13 niños y niñas, un bebé de 2 meses. En Colón Entre Ríos, calles Duran y Evita, en el Pasaje 19, corren riesgo de ser desalojados de los lugares en los que viven. Fueron notificados hace algunas semanas: trabajadoras y trabajadores informales; un ladrillero, recicladores, trabajadoras de la economía popular, amas de casa, empleadas domésticas, changarines que cuentan el día a día. Algunas familias llevan más de 25 años en la zona del basural, así es conocido vulgarmente este sector de Colón, quizás muchos lo reconocen porque han pasado por única vez a tirar basura entre las casillas y las calles que se confunden con las montañas de pudrición del basural a cielo abierto donde juega la gurisada, donde trabajan muchos vecinos con los residuos y también buscan un poco de comida, ropa, calzado algunas madres con sus hijos.
-“Nos corrió el agua en la última creciente y nos ayudaron desde el Municipio a rearmar las casillas acá, cada vez más cerca de la basura vivimos, antes estábamos más sobre el arroyo” narran.
Sin un techo seguro y no de ahora ante la posibilidad de desalojo, el de hoy es de nylon, está atado con alambres, algunas chapas para cubrir y un poco de cachetes (o maderas finas de ultísima mano) rezan ante la falta de trabajo, comida, tierra y salud. Han naturalizado el hecho de vivir entre plagas y basura que les acopian a menos de 5 metros de sus ventanas. Las máquinas que llegan al basural arrastran con todo casi como una provocación diaria, mientras la calidad de vida se deteriora y el riesgo aumenta. En esa misma ventana duerme un bebé recién nacido, y por esa puerta sale una niña de 4 años corriendo a saludarme.
– Hola, ¿Cómo estás?
Me pregunta con una sonrisa gigante que borra el dolor.
Mientras distintos actores negocian a contrarreloj una salida democrática antes de fin de año, hablé con sus protagonistas en el barrio y escribí estas líneas sobre el déficit habitacional, un problema que afecta la provincia de Entre Ríos y puntualmente la ciudad de Colón. El Pasaje 19 y su inminente desalojo representa las pequeñas muertes que el sistema no cuenta como muertes, trayectorias de vida rotas, imposibilitadas, como si alguien eligiese realmente vivir entre plagas, ratas, pájaros carroñeros, botellas, cartones, cucarachas, olor nauseabundo, creciente, desempleo, hambre, olvido. En el Pasaje 19 coexisten ausencias con otras violencias que el propio estado generaliza hace años en un tiempo marcado por el racismo estructural contra los sectores más desprotegidos.

Uno de los vecinos se sienta con el mate mientras las nenas se reparten un paquete de galletitas y algunos gurises juegan a la pelota en patas en dos arcos de madera. Su compañera al lado se despertó temprano y limpió su casa. Usa mucha lavandina pero aún así pierde su batalla contra las cucarachas y moscas.
– Es inevitable. De día cuando hace calor y hay sol, siempre hay- comentamos.
Ella sonríe y agrega:
– De noche también hay.
En ese minuto adquiere materialidad la densidad de vivir en un basural. La pregunta por el dengue queda en el aire. No fue la única conversación que tuvimos sobre animales y salud.
Sentarse en la vereda de su vivienda, como en todas las casas del barrio, es un clásico en Colón. Vivir a veinte metros del río puede sonar a paraíso, pero para quienes se levantan acá huele la inmundicia. Sentarse acá una tarde es también ver cómo se conjugan precariedad y la diferencia. Lo propio de lo humano, lo instintivo, la resistencia junto a la fragilidad política a la que vida en los asentamientos está expuesta; la que deja al descubierto las profundas desigualdades y que está en urgente emergencia sanitaria.
Las voces porfiadamente vivas que necesitamos escuchar
Al interior de Colón y particularmente en determinadas áreas periurbanas y rurales, la situación es muy distinta a la de las zonas urbanas. No son las mismas necesidades ni problemáticas: acceder al agua, la comida y la luz es mucho más difícil, no hay caminos pavimentados, igual de complejo es acceder a la salud. Lo mismo pasa con los servicios básicos y el alimento, insisto sobre ello porque es notable que en el año 2024 todavía debatamos sobre esta idea de que hay vidas que valen y otras no, hay quienes pueden comer y quienes no, quienes puedan gozar de le libertad de un techo y quiénes no. Hoy parece más ferviente que nunca, discutimos esas brechas estructurales de un país tan movilizado como desigual.
-Acá todos trabajamos en lo que podemos señora, vio como está la cosa, sobre todo trabajamos con lo que tenemos, la basura.
El agua contaminada y el manejo de residuos son, desde hace décadas, dos problemas que cruzan la vida de estas familias en un barrio que está atravesado por la precariedad ambiental.
-Si yo le abro esa cortina ahora caen cucarachas y las ve como vienen en fila desde la basura.
Me dice mientras me señala el interior de la casilla. Miro y parpadeo con ganas de no pensar que ahí crecen tres criaturas y una madre se lamenta no tener trabajo. En voz bajita me llega “Una Nación llamada basura” de Galeano. Me acuerdo de ese libro que leí en el secundario y de esa nación en la que llueven pájaros muertos sobre la ciudad y se convierten los ríos en cloacas, los mares en basureros y las selvas en desiertos, y donde porfiadamente hay voces vivas que nos anuncian otro mundo que no es este mundo envenenador del agua, el suelo, el aire y el alma.

No es delito no tener un techo
El abogado defensor de las familias, quien las representará este miércoles 11 de diciembre en una audiencia pública, consideró algunos datos importantes de la causa donde todos los vecinos, vecinas e incluso las infancias, se encuentran imputadas. Me contó que todo se inicia con una denuncia muy escueta presentada por Hábitat directamente, acusando a quienes viven en el Pasaje 19 de usurpación, que es un delito y que se niegan a instancias de mediación argumentando que esto es una amenaza muy grande para la ciudad y lo único que haría la mediación es dilatar estas cuestiones. Que hay que ponerle freno a este tipo de delitos.
-Mientras resuelven lo burocrático no nos dan ninguna alternativa, no nos dicen nada. Somos invisibles, ni si quiera fumigan acá entre las casillas.
Dice una de las vecinas narrando con miedo la respuesta estatal: distinción forzada entre ocupantes razonables y radicalizados, el asedio a las familias a través del corte de servicios o el acoso de funcionarios dividiéndose roles de intransigentes y dialoguistas. Más basura, más basura y más basura, cada vez más cerca.
La amenaza de desalojo en el Pasaje 19 evidencia un derecho básico a resolver a la vez que un problema estructural de acceso al suelo, pero paralelamente en los imaginarios colectivos y discursos públicos la forma de resolver esa necesidad parece estar sujeta a la capacidad de pago y posibilidades individuales, como si fuese una elección. Es un enorme problema social y político cuando escandaliza más la ocupación de suelo sin uso que familias viviendo a la intemperie.
El abogado defensor refuerza esta idea de violación de todos los convenios internacionales, derecho económico, social y político. De hecho, en nuestro país es penable para el propio Estado que desaloje forzosamente y hay un sinfín de leyes, convención de Derechos del Niño, entre otras, que amparan esta situación.
La falta de acceso a una vivienda digna es una de las principales vulneraciones en materia de derechos y es también un síntoma de la ausencia de políticas públicas en la materia. Asimismo, no podemos perder de vista que la posibilidad de un desalojo es una expresión sintomática de una política que, por una parte, propicia las condiciones de exclusión social y, por otra, pretende resolver con la ley penal las tensiones sociales que esa misma política genera.
Hoy se necesitan más de 200 sueldos básicos para comprar una casa. Exponer el cuerpo y la vida en un basural, a veces no es una opción: muchas y muchos de los integrantes del Pasaje 19 dejaron de trabajar en sus changas, perdieron laburos ante la crisis o trabajos temporarios. Y con el aumento abrupto de precios, se les hace imposible satisfacer sus necesidades básicas. La informalidad vinculada al hábitat pone en evidencia que una parte importante de habitantes de nuestra ciudad, no cuenta con los ingresos necesarios para hacer frente al mercado formal de tierra y vivienda.
La superficie de Colón tiene en promedio 1.000 hectáreas, vivimos en una de las localidades con mayores ingresos en relación con su cantidad de habitantes y dimensión territorial. Frente a las muertes diarias que se ejecutan por no tener un techo digno, responder con violencia y más exclusión de cara a las situaciones que este incumplimiento genera, no parece una alternativa considerable.
—Tenemos miedo de reclamar: la necesidad de comer nos obliga a molestar muchas veces al gobierno de turno. Sentimos que nos tienen en la mira, que se nos juzga todo el tiempo.
En las paredes de madera y chapa de la casa una de las familias la humedad gotea y la contaminación vuelve a invadir el aire. No es casualidad, no es karma, no es una elección de vida; es consecuencia de una política excluyente y discriminatoria.

