amamantar: la especie, el vientre y la teta
“La lactancia no es responsabilidad exclusiva de la madre. No es solo dar la teta, es todo lo que pasa alrededor” define Crizia Serratti- Puericultora y especialista en crianza. “Faltan apoyos necesarios para sostener la lactancia” enfatiza Natalia Gonnet-, licenciada en Obstetricia (FCS, UNER) y Especialista en Obstetricia Comunitaria. Ambas son oriundas de Colón, Entre Ríos. En este artículo sacudimos el polvo los prejuicios acerca de las maternidades y alumbramos formas reales sobre la lactancia y sus múltiples historias de ser en un tiempo donde todo es juzgable, vendible y desechable.
[Lactancia, prejuicios, marketing, salud, patriarcado]
•×Ani Alegre
© Analia Cuerbo Arango – Lactancia materna- retratos en estudio
Dar la teta es una historia, un concepto, una matriz, un torrente, una construcción epistemológica, un hecho social que sale de lo íntimo, una creciente imparable del ser y el hacer que no tiene que ver con la mamá y sus tetas, con la mamá y la boca del bebé, con el pezón y la forma, con la mamá y los ejercicios maxilares, con la mamá y el peso de sus tetas, con la mamá y el amor o el abandono. No tiene que ver con el poder o no poder, con la mamá y el embarazo propiamente. O el paladar, la cesárea, el parto, la bajada, las voces y el bla y bla y bla y bla. La lactancia es un acto político, un proceso que impacta ampliamente en la vida de una familia, en la mujer, en la o el recién nacido, en los niveles económicos, rutinarios y de salud de una comunidad entera.
“Esta semana es importante porque visibiliza y celebra la lactancia materna. No es solo es el acto de alimentar, sino un vínculo, protección, salud para el bebé, la mamá y la familia. A nivel mundial y local, todavía hay muchos mitos que siguen en la sociedad, como por ejemplo, que el calostro no alimenta, que la leche es aguada por eso se queda con hambre, que el pezón está plano o sin formar asi que no va a poder dar la teta, que el bebe que toma mamadera luego no podrá agarrar la teta después, entre otros, como también presiones y obstáculos. Esta es una oportunidad para poner el tema en la agenda y acompañar a las familias con información real y apoyo”, dice Natalia en diálogo con Circular.
Agosto es un mes que nos propone en sus primeros días la Semana Mundial de la Lactancia y asume una responsabilidad compartida que abra hilo, que defina, desmitifique, le saque el peso y despegue este proceso del imaginario individualizador, reubicándolo en una trama comunitaria, cultural y colectiva. La Semana Mundial de la Lactancia también permite visibilizar la situación de quienes deciden no amamantar, pero no pueden comprar la leche de fórmula que le bebé necesita, por su costo elevado y entonces, siguen amamantando sin desearlo ni disfrutarlo. “La lactancia deseada ante todo es goce. Por eso es importante reivindicar la lactancia como un derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y también es un acto de soberanía alimentaria” comparten las profesionales a la vez que argumentan: “Es un alimento que no se compra, que no produce ganancias a terceros, que no contamina y que iguala a todos los bebés. Es la estrategia más eficiente para luchar contra la desnutrición infantil”.
Para Crizia poner en agenda la lactancia es enunciar y no desde el juicio ni desde la exigencia, sino desde la visibilidad y el acompañamiento porque cada vez que nace un bebé, también nace una historia de lactancia. “Existe una historia. A veces se da, a veces no. A veces es deseada, otras no. Pero siempre hay algo que esa historia dice. Y muchas veces no se escucha. No se trata de imponer la lactancia como única forma de vincularse, sino de brindar información real, derribar mitos, y generar las condiciones para que quien quiera amamantar pueda hacerlo con apoyo, con deseo y sin culpas. Porque todavía hay muchas barreras, y si no se habla, no se cambian”.
El sistema sobre nuestros cuerpos

Se estima que sólo el 40% de las y los bebés en nuestro país se alimentan exclusivamente de leche materna en la primera y decisiva etapa de su vida. El dato da cuenta de una problemática que no es individual sino social. Por eso hablar de lactancia también tiene que ver, y sobre todas las cosas, en “crear sistemas de apoyo sostenible” para dar la teta. “Los mayores obstáculos que veo en el día a día son falta de información clara y temprana, muchas mujeres llegan al parto sin saber qué esperar o cómo es el inicio de la lactancia. Dolor o dificultades técnicas al principio, que, si no se resuelven rápido, llevan a desistir. Presiones laborales, estrés, licencias cortas, espacios de trabajo que no facilitan extraerse leche o mantener la lactancia. Opiniones contradictorias del entorno y mensajes confusos que generan inseguridad. El papá, la pareja, la familia y los profesionales de salud somos clave. La mamá que se siente sostenida, cuidada y validada tiene muchas más chances de continuar amamantando. No se trata solo de ‘dar la teta’, sino de todo lo que la rodea: que pueda descansar, que no la critiquen, que no la llenen de consejos opuestos, y que los equipos de salud tengan capacitación actualizada”, opina Nati.
Para Crizia uno de los más grandes inconvenientes es creer que la lactancia es algo que “debería salir sola”. “Como si fuera tan natural que no necesitara ayuda. Y no es así. Incluso cuando hay deseo, el inicio puede ser difícil, sobre todo si no hay un entorno que sepa acompañar. También pesan mucho las opiniones que no ayudan. Comentarios como ‘tu leche no lo llena’, ‘lo estás malcriando’, ‘quiere teta todo el tiempo’ no sólo generan inseguridad, sino que muchas veces hacen que una mamá empiece a dudar de su capacidad. Y esa duda, cuando se mezcla con el cansancio y la falta de ayuda concreta, puede ser decisiva. Y cuando digo ayuda concreta, me refiero a lo cotidiano: que alguien cocine, limpie, haga las compras, cuide al hermanito. Parece poco, pero en el día a día es enorme”
La lactancia no debería ser un acto solitario, ni clandestino, ni condicionado. No debería apurar, pesar o ser un hecho juzgable. La lactancia no debería generar culpas ni sufrimiento. Pero todo esto ocurre, antes, durante y después. Ocurre cuando no accedemos a la información. Ocurre cuando hay violencia obstétrica y sobre el o la niña por nacer, ocurre cuando parís y no te apoyan a tu bebé en el pecho para un primer contacto extrauterino; ocurre cuando en la salud o el entorno se sorprenden de que la leche no te baja y les ponen una mema a las horas de haber nacido con leche procesada; ocurre cuando no tuviste ni hay tiempo de aprender y naturalmente no sucede, ocurre cuando no te acompaña una red, cuando no te brindan seguridad, cuando no podes elegir, cuando no hay oportunidades ni acceso.
El 28% de las personas que dejaron de amamantar antes del tiempo recomendado lo hicieron por razones laborales –según la Encuesta Nacional de Lactancia, de 2022- y una de cada cinco mujeres sintió que su trabajo estaba en riesgo si continuaba amamantando o extrayéndose leche en horario laboral. Natalia agrega en este punto que, en el trabajo, el apoyo se traduce en cosas concretas, licencias más extensas, espacios adecuados para extraerse y guardar la leche, flexibilidad horaria. “Si no, por más ganas que haya, la lactancia se dificulta muchísimo. Y en Argentina, si bien las mamás cuentan con 90 días de licencia por maternidad, apenas hay 2 días por paternidad. Eso hace que el apoyo laboral no sólo sea insuficiente, sino que perpetúa expectativas desiguales, quienes amamantan quedan solas con toda la responsabilidad, mientras falta el apoyo necesario para sostener la lactancia desde el lugar laboral. Los 2 días de paternidad son simbólicos y refuerzan desigualdades de género: el camino hacia una crianza compartida comienza en estas primeras horas” dice.
“El entorno hace toda la diferencia. La lactancia no es responsabilidad exclusiva de la madre. No es solo dar la teta, es todo lo que pasa alrededor. Si hay alguien que acompaña —pareja, familia, amigxs—, tiene un rol fundamental. No en decir qué hacer, sino en preguntar qué se necesita. Escuchar. Sostener. Y en este punto pienso también que es una deuda que tenemos como sociedad en general, en tiempos de vincularse por redes o también el exceso de información constante. Los equipos de salud también tienen una gran responsabilidad. A veces, por falta de formación o por repetir discursos viejos, terminan generando más dudas que certezas. Y otras veces, la información llega tarde. Ahí también hay que revisar cuánto se escucha a la madre, cuánto se respeta su deseo, y cómo se acompaña desde un lugar real”, añade Crizia.
La buena leche

Amamantar es un derecho protegido por la ley. Existe el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna en América latina, que se aprobó en 1981 y al que la Argentina adhirió en 1997. La Organización Mundial de la Salud recomienda el amamantamiento exclusivo hasta los seis meses y la lactancia acompañada de otros alimentos hasta más allá de los dos años. Además sabemos que: los beneficios de la leche materna son únicos tanto para la salud del lactante como para su crecimiento y desarrollo; que no existe absolutamente ninguna leche de fórmula que se asemeje a la materna, ya que hablamos de un tejido vivo que va cambiando su composición y se adecua a cada bebé para brindarle todos los anticuerpos que necesita; que la lactancia materna reduce la mortalidad infantil y tiene beneficios sanitarios que llegan hasta la edad adulta, promueve el desarrollo sensorial y cognitivo y protege al bebé de enfermedades infecciosas y crónicas; que conlleva además beneficios para la madre, refuerza el vínculo afectivo entre ambos y, como si fuera poco, siempre está disponible, en el acto y a la temperatura justa. Entonces ¿quién sería capaz de oponerse a dar la teta? ¿por qué se habla tan poco de la violación constante de esta ley a través del marketing de sustitutos de leche materna?
La industria, que tiene un poder enorme, dice Crizia a Circular y suma: “un poder que no es sólo económico, sino simbólico. Se mete en el imaginario de las familias, de los profesionales, incluso en los medios. Instalan la idea de que la fórmula es más segura porque se ve, se mide, se controla. Que ‘es lo mismo’, y no es lo mismo. Quiero decir, no estoy en contra de la fórmula —salva vidas cuando se necesita—, pero sí estoy muy en contra del marketing que se aprovecha de la duda, del miedo y del cansancio. De ese momento en que la madre está vulnerable, con mil preguntas, y en vez de recibir apoyo, recibe una muestra gratis o un consejo de compra”.
Algo hay de insurrecto, de empuje, contestatario, en el acto de amamantar; quizás porque el mercado ahí no puede, no llega. Por más que quiera y siga dele que dele metiendo la cola, en ese resquicio de naturaleza gratuita y amor incondicional no hay posibilidad de quebrar la sangre con leche. Los laboratorios no han sido aún capaces de meter nuestra leche en bolsitas para luego vendérnosla, no ha podido la IA simular el acto de entrega sin más, de una mujer y un bebé.
Los productores de fórmulas infantiles realizan enormes esfuerzos para expandir sus negocios y en ese tren violan normas de cumplimiento obligatorio destinadas a proteger la lactancia materna. “Eso es lo que regula el Código, como también lo que es chupetes, tetinas, etc. No prohíbe la fórmula, regula cómo se la promociona. Y es clave que se cumpla, porque si no, las decisiones no son libres ni informadas. Son decisiones manipuladas por un mercado que gana mucho cuando una lactancia fracasa” comenta Crizia. A su vez, Natalia agrega: “el problema es que muchas veces se viola de forma silenciosa: promociones disfrazadas, publicidad engañosa en redes, ‘regalos’ en hospitales. Esto influye en las decisiones de las familias, y casi no se habla porque no siempre hay control ni sanciones visibles”.
Hoy la vida nos pasa por encima, hay formas, quehaceres, obligaciones y hasta creencias instaladas –equivocadas- de que a partir de cierta edad la leche materna no alimenta, generando en números que el período de lactancia fuera acortándose en nuestras sociedades. El dato refuerza aún más la idea de que dar la teta va en contra de la cultura dominante: lleva tiempo, es difícil al principio y la mayoría de las veces requiere alejarse –del trabajo cuanto menos por un rato– debiendo confrontar tanto con empleadores como con el sistema de trabajo masculino.
No nos peguen más

Pienso desde el puerperio y para las puérperas, las embarazadas, las que lo están pensando, las primerizas y también las que dudan por default. Pienso en las que nos creemos débiles, a las que se lo hicieron creer y también las que lo son. Pienso en las que quisieron pero no alcanzó, las no supieron, las que no pudieron, las ¡nadie les dijo, no les enseñaron! Pienso en las que siguen insistiendo con pezoneras, clases virtuales, foros, tetinas, cremas y extractores sobre el pezón. Pienso en las que dijeron hasta acá llegué pese a sus contradicciones y culpas, en las que sobrepiensan, las que se ablandaron y no le entraron más las piñas, las obstinadas y las que chorrean mares de leche sobre la cama cada noche, cada día.
Nadie podría decir que está bien no darle teta a un bebé, o que darle teta exclusivamente durante seis meses sea un error. Está médicamente comprobado que la leche materna es el mejor alimento. Pero desechar la idea de que no todas las mujeres pueden, es profundizar la exclusión en un terreno en el que no tendría que haber ninguna maternidad juzgable. Conozco muchísimos casos de mujeres que no pudieron dar la teta exclusiva a sus bebés, o que no pudieron darle una gota. Cuando la excepción a la regla es tan amplia, hay algo que está mal con esa regla y con lo que reproducimos en el campo de las ideas y los conceptos.
“Sí, está el tema de la culpa, los mandatos y las etiquetas: “buena madre” si amamanta, “mala madre” si no. Eso duele y no ayuda. La lactancia es lo mejor, pero no siempre es posible o deseada. El rol como profesionales y como sociedad es acompañar sin juzgar, para que cada mamá pueda decidir informada y sentirse en paz con su decisión. La buena madre no es la que cumple una regla, sino la que cría con amor y compromiso, con lo que tiene y puede”, concluye Nati.
La lactancia es un terreno amplio que está lleno de máximas flojísimas y fotos romantizadas que se articulan con el prejuicio: todo el mundo lo hace, cómo no voy a poder hacerlo yo. Cuesta un montón imaginar que, para aprender a dar la teta, se requiere de múltiples factores que favorezcan el proceso. “La lactancia, como todo lo relacionado con la maternidad, está llena de mandatos. Del ‘tenés que poder’, ‘si no lo lograste es porque no lo intentaste’, ‘todas podemos si queremos’. Y no. No todas podemos en las mismas condiciones. No todas queremos lo mismo. No todas contamos con el mismo apoyo. La calidad del vínculo con tu hijo o hija no la define cuántas tomas hiciste o cuánto tiempo duró esa lactancia, sino cómo te sentís con lo que estás viviendo, si te sentís respetada, escuchada, acompañada”, afirma Crizia.
Pienso en mujeres ordeñándose, mirando la foto de su bebé en la pantalla del celular en el baño del laburo mientras se estrujan tres chorros de leche o en plena madrugada preparando una mamadera con su cría en brazos. Pienso en mujeres que piensan que le van a brotar cataratas de leche y en las que les da pánico que le toquen una teta. Pienso en mujeres que no tienen suficiente tiempo, ni suficiente plata, ni suficiente afecto, ni suficientes palabras. Pienso en mujeres a las que le faltó todo, las que atraviesan trágicas circunstancias y se quedaron con sus tetas explotadas en mastitis. Pienso en mujeres que no tienen laburo y alargan la lactancia para alimentar una vida, en las enfermas que solo ven vida en el acto de amamantar. Desde un lugar alterado, pero real, pienso en mujeres y en las deficiencias estructurales del sistema, la soberanía del cuerpo de la persona que gesta, que pare y amamanta y la que no, porque eso es también la soberanía del cuerpo de nuevo ser en este mundo.