La privatización del desastre
Pensar la salud mental en tiempos de colapso y ausencias.
•×Exequiel Maffei*
© Ilus de Meli Popp
“¿Cómo no voy a poder?”
Una frase que apunta hacia varios lados. En principio, pareciera una declaración de omnipotencia, de esas que se arman como respuesta a un desafío.
También podría significarse desde otro lado, ahí dónde emerge materialmente el brillo de la sorpresa. Lo inaudito. El asombro, la estupefacción.
“¿Cómo…?”
Podría considerarse incluso una frase alimentada en la negación, aunque para ello deberíamos darle estatuto de respuesta a algo primario, tal vez, a ese pequeño instante de emergencia de una posibilidad antes no existente.
El presente se hace increíble, impensable.
¿A dónde va la realidad cuando no se puede imaginar?
Pero hay otro sentido. Aquel que viste la angustia de saber que algo te fue arrebatado.
“¿Cómo no voy a poder?”
En su repetición la frase deviene otra. Se produce una transmutación. Las palabras se reordenan para dar lugar, como rieles que se conectan, al paso de la vibración por el cuerpo. El afecto delimita a quien lo expresa.
Haciendo de la palabra signo de existencia al momento en que las imágenes de otros futuros se constituyen por primera vez.
La negación ahora se retira. Las defensas caen. Una presencia adviene.
De la perplejidad a la angustia de un eco sin respuesta.
“¿Cómo voy a poder?”
La pregunta continúa en un sesgo personalista. Intuyo, en parte porque así nos lo han enseñado. La responsabilidad como pretexto de cargar con violencias despóticas, día a día legitimadas, dirigidas sobre el pueblo.
La transmutación lingüística continúa. Un destello de reconfiguración deseante se deja ver, se necesita encontrar una vía para continuar con la vitalidad de lo que hemos sostenido.
“¿Cómo voy a ayudar a mi viejo?”
La risa compartida, las redes que inventamos, los recuerdos que evocamos. Un entramado que nos empuja al encuentro entre las llamas de un mundo que agoniza. Un país que desborda odio. Unos tipos que te odian.
Hacemos consistir chispas en la tormenta.
Pero aún así, los medicamentos no llegan. La comida no es alimento.
Vemos nuestros proyectos de espaldas en la pared de fusilamiento.
“¿Cómo voy a pagar el alquiler?”
Pareciera que el recorte tiene como objetivo que tu propiedad se reduzca a tu malestar. Sos dueño, sí, de toda tu miseria.
“¿Cómo le voy a dar de comer a los pibes?”
…
Me invitaron a hablar de Salud Mental. Invoco para ello las experiencias que me rodean, porque aún soy un empirista. Los contextos que configuran nuestras posibilidades de accionar son nebulosos, al menos en aquellas zonas dónde no nos encontramos directamente con el terror.
¿Cómo voy a poder escribir sobre Salud Mental, si todo aquello con lo que me encuentro día a día en mi práctica, me indica su pura ausencia?
Mientras, en la televisión y en las redes sociales, se sigue reproduciendo, como todo virus de la subjetividad neoliberal-libertaria, discursos de meritocracia sobre sujetos autosuficientes que podrían dar cuenta de la culpabilidad de aquellos que sufren.
Donna Haraway dice que hay dos fantasías que nos clausuran la posibilidad de nuevos sentidos para imaginar otros mundos: la idea de que todo ya está perdido y la idea de que todo se salvará. El game over y la utopía.
Ella se pregunta ¿Cómo seguir con el problema?
Vuelvo al registro de mis impresiones por estos días.
Hoy Juan volvió a pintar. Dibujó las letras de los carteles de la asamblea vecinal para la marcha que viene.
Miriam que es maestra y trabaja en tres escuelas, cada una muy alejada de la otra, se preguntó innumerables veces cómo hacer para que los gritos, las burlas y demandas de compañeros y directivos, no le afecten. Un día nombró a todo esto como violencia.
Hernán no sabe “cómo lograr salir de su depresión”. Dejar de pensar en ese pasado en dónde tenía un lugar propio. Tarjeteó la medicación. Hace un año y medio está en su trabajo bajo el formato de período de prueba de tres meses.
Camila “no da más”. Por las noches no duerme. Hay días en que no se queja, se apaga. Quejarse implicaría que esté presente.
Luciana tuvo su primer ataque de pánico. La primera vez que lo contó pasó por alto el miedo, profundo y punzante, sobre la premisa de que rendir las últimas tres materias podría ser otro deseo desmantelado.
Eugenia cree haber heredado la enfermedad mental de su madre, porque un psicólogo le dijo que no era normal estar preocupada por las personas que no tienen para comer en este contexto de crisis.
Pasan los días y no dejo de preguntarme:
¿Cómo no vamos a colapsar?
*Exequiel Maffei es trabajador de la salud mental, psicoanalista, músico y escritor.