jueves, 10 de julio de 2025
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El mandamiento de la felicidad

“En tiempos de crisis el lenguaje de la felicidad resulta aún más influyente”, dice la investigadora Sara Ahmed.  

[Cultura, capitalismo, resiliencia, cuerpos, psicología]
  • × Ani Alegre

  • © Max de Esteban muestra Dies Irae – Sobre las posibles formas del mañana

 

En casi todos los rubros de la economía en la región y a nivel país las ventas caen, mientras esto sucede la industria del bienestar nunca ha sido más próspera. Atravesamos jornadas laborales interminables, desocupación, inflación, tareas de cuidado excesivas, alquileres altísimos y profundas problemáticas sociales. Pero el topping sustancial es la obligación de ser felices. La mismísima demanda de la felicidad participando en los ideales sociales que sólo consigue empeorar la situación queriéndonos desentender de la idea de que habitamos cuerpos frágiles. Por lo visto, como dice Sara Ahmed, en tiempos de crisis el lenguaje de la felicidad resulta aún más influyente. Nos rodean prácticas y discursos que apuntan a las capacidades individuales de las personas y a la resiliencia como método de superación. De una forma muy hipócrita, el liberalismo disimula su rotura detrás de la idea de elasticidad, flexibilidad, adaptabilidad de los cuerpos, las cuales aparecen como las nuevas virtudes de las generaciones más jóvenes. Ahora ¿todas las personas podemos acatar esos discursos? ¿ser feliz es un hecho voluntario? ¿posta está en nuestras manos elegir entre sufrir o estar bien? ¿es así de fácil? ¿nos les parece un montón?

“Efectivamente, hay un empuje constante hacia la búsqueda de una felicidad medible, muchas veces asociada a valores capitalistas. Hoy en día, se evalúa la capacidad de disfrute a través de ese lente: en sectores menos pudientes, se accede a contenidos como los videos de TikTok, donde predomina un entretenimiento vacío, sin preguntas, meramente pasatista, que no conduce a ningún lado y que, en muchos casos, deprime, porque opera sobre la ausencia de proyectos” opina Luciano Pagani, Psicólogo (Psicoanalista) de la Universidad Nacional de Rosario, colonense, con quien dialogamos desde circular.ar sobre esta obligación capitalista de ser felices.

Derecho de piso y meritocracia para acceder a la felicidad

Luciano reconoce que en sectores “más acomodados”, se accede a lo mismo, pero con celulares más caros o con consumos que responden a las exigencias del marketing. “Es poco frecuente que se transmita la idea de que es posible disfrutar más allá de lo que “falta”, ya sea dinero, salud mental o estabilidad. Y eso es importante: porque la falta, de un modo u otro, siempre se presenta. Es constitutiva. Tengamos o no recursos, la falta desestabiliza cualquier promesa de felicidad idealizada”.

Si hacemos el ejercicio de entrar ahora mismo a nuestras redes sociales para evaluar específicamente esto o repasamos vidrieras, livings, espejos; nos chocamos con slogans que te invitan a la felicidad. Camisetas, carcasas de celulares, filtros, publicidades, fotos de paisajes con frases motivacionales. El poder de las imágenes desde donde nace la obligación de que hay cambiar los sentimientos que nos provocan situaciones desfavorables, transformar la ira y el pesimismo en fuerza interior expulsiva, avasalladora de creatividad para tomar la crisis como oportunidad. La psicología positiva diciéndonos que somos nosotras mismas las que tenemos que adaptarnos y tenemos que poder superarlo todo, sobrevivir, buscar lecciones de vida e ir nuevamente hacia esa felicidad que merecemos. Bien. La idea de felicidad transformada en un instrumento ideológico eficaz para justificar las desigualdades.

“Esta posición idealista que propone tomar todo de manera positiva y esperar disfrutar permanentemente es, en realidad, nociva. Vende una ilusión falsa y, a la vez, cancela otras formas posibles de disfrute o trabajo subjetivo. ¿Por qué no pensar, por ejemplo, en el estudio riguroso de ciertos textos, o en juegos que exijan el uso del pensamiento, el intercambio con otros, y que planteen una temporalidad más sostenida? Todo eso ha sido reemplazado, muchas veces, por juegos repetitivos que exigen apenas percepción rápida y cierta habilidad motriz frente a una pantalla, sin mayor implicación subjetiva ni elaboración a largo plazo” comenta Luciano y agrega: “en ese sentido, muchas de las psicologías actuales tienden a desestimar la realidad, yuxtaponiendo una versión idealizada y ficticia de la vida, a la que se “debería” llegar. Pero lo cierto es que, incluso alcanzando esos estándares, podemos seguir sintiéndonos mal. Y quizás, en el intento de encajar con esa ilusión, hayamos errado la vía que podría ofrecernos una verdadera posibilidad de elaboración o de alivio”.

¿Qué rol juegan las y los otros, la familia, amistades, el entorno? ¿y vos cómo estás?

Lo normal, lo saludable, lo lindo, lo bueno, lo ideal, siguen siendo características preponderantes en la construcción imagen que le devolvemos al mundo y son requisitos inexorables tener una visión optimista de la realidad, ser agradecidos, evitar vínculos tóxicos, tener la habilidad de vivir el presente, círculos de amistades y disfrutar de los “pequeños placeres de la vida”. Hasta el hartazgo vas a leer y escuchar esto en el mercado de la felicidad contemporánea donde ya no solo somos cuerpos disciplinados sino deseos expropiados con cuerpos sin memoria.

En la entrevista con Luciano, afirma que es importante tener relaciones interpersonales y que son un indicio de una buena salud mental. Incluso ese es uno de los primeros terrenos afectados por el malestar psíquico cuando una persona enferma. Los primeros síntomas que suelen manifestarse tienen que ver con lo laboral y con lo afectivo. “A su vez, las relaciones interpersonales, nuestros hábitos y las actividades a las que podamos dedicarnos de manera concentrada, atenta y con ética, también nos permiten sostener una buena salud mental. Muchas veces, esos vínculos colaboran en la construcción de nuestra realidad psíquica. Por ejemplo, en el mundo actual, donde proliferan los entretenimientos vinculados a la tecnología, la posibilidad de tener vínculos con otros nos permite desarrollar actividades compartidas, que incluyan a los demás y que nos alejen de la tendencia a encerrarnos en un mundo propio. Porque, claro está, cuando nos aislamos no solo perdemos el lazo social: también se debilita nuestra capacidad de ver al otro y de sostenernos en relación con ello. El vínculo con otro es estructural en el ser humano” explica y menciona: “no hay un número exacto de vínculos que debamos tener, ni hace falta que todos sean del mismo tipo. Lo cierto es que siempre será beneficioso diversificar nuestra distribución de intereses. Cuando colocamos todas las fichas en un solo punto, quedamos demasiado expuestos: dependemos de ese único sostén para mantener nuestra estabilidad y bienestar. En cambio, quienes logran desarrollar una mayor cantidad de actividades y vínculos bien sostenidos —sin que eso genere un malestar que lo vuelva insostenible— contarán con mayores recursos para enfrentar una eventual crisis”.

 

Just do it

A su vez, ante toda pregunta que inicia la charla: ¿cómo estás? se atestigua el imperativo de la alegría, todo es ahora, urgente, el ¡just do it!. Ni compromisos, ni ser alguien, ni venir de alguna parte. Para Luciano se trata de una convención social cotidiana que yace en una pregunta genuina y que suele responderse de manera automática. “Probablemente se responde con mayor sinceridad cuando quien pregunta es alguien allegado, un ser querido o alguien que puede ofrecer un espacio para alojar nuestro malestar. También, por supuesto, en un contexto terapéutico, donde hay un encuadre que lo permite. No considero que sea algo positivo responder abiertamente cómo nos sentimos a cualquier persona. No sabemos con cuántos recursos cuenta el otro para sostener lo que escuche, o incluso si tiene la disposición o la capacidad de escuchar. Además, nuestras problemáticas no tienen por qué ser socializadas. Basta con que podamos afrontarlas y resolverlas en los espacios adecuados”, opina.

¡Just do it! Con alarmantes ingestas de ansiolíticos, depresiones e incomunicación. La otra parte de la sonrisa radiante en la selfie y los mensajes narcisistas. Mientras crece la psicología positiva en Estados Unidos por ejemplo, se consumen las dos terceras partes de los antidepresivos que se producen a nivel mundial y en Japón, se abrió un Ministerio de la Soledad. La represión de las emociones consideradas como “negativas” hacen del dolor un hecho maldito y del sufrimiento una práctica autoinmune. ¿Solo yo no tengo la fuerza de voluntad necesaria para superarlo todo?

“Creo que hay una idea propia de esta época que tiende a sobrevalorar el hablar siempre del malestar, como si callarlo fuera problemático en sí mismo. Pero no es tan así: hay contextos en los que hablar ayuda y otros en los que, simplemente, no corresponde. En relación con la pregunta “¿qué es estar bien?” o si hemos normalizado la idea de estar bien, creo que no es sencillo dar una única respuesta. En principio, podríamos decir que una persona puede mantenerse funcional —o no— frente a un malestar. Esa funcionalidad va a determinar en gran medida la agudeza del cuadro clínico. Es decir, podemos sentirnos mal —y esto puede abarcar un amplio espectro de malestares— sin que eso afecte nuestra funcionalidad, y sin que los demás noten que no estamos bien. Estar bien no es un estado que se mantenga de manera constante. Podemos estar bien en algunos aspectos de nuestra vida y sentirnos afectados en otros. No es algo que se pueda purificar ni totalizar. Además, creo que habría que dejar de pensar el bienestar como una idea romántica, como si se tratara de un estado ideal al que deberíamos llegar permanentemente”.

Luciano remarca también en la entrevista que a veces es legítimo aceptar que nos sentimos bien en un punto, pero no podemos sostener otros. Y otras veces, un punto de malestar hace eclosionar toda nuestra vida: ahí hablamos de un malestar severo. También es cierto que hay momentos en los que simplemente nos sentimos mal, pero de forma esperable. Por ejemplo, cuando estamos tristes. Y eso no necesariamente implica una patología.

 

Habitar un cuerpo frágil

Todo lo que toca la resiliencia hoy es un acto heroico, meritocrático y exitoso, pero este mito del individuo autónomo y autosuficiente que puede con todo, mostró ya sus límites. El quiebre psicológico y emocional tuvo consecuencias somáticas después de la pandemia, evidenciando que tenemos un cuerpo frágil que tiene huesos, órganos, tejidos y moléculas, pero que también se compone de un montón de otras herramientas para sostenerlo que a veces no alcanzan. Algo crepuscular nos despabiló a nivel de que los cuestionamientos vinculares, laborales, domésticos, culturales, se pusieron patas para arriba. Si antes no pensábamos ni nombrábamos el futuro, ahora urge crearlo. Sin embargo, desde hace décadas existen diversas prácticas y discursos que han ganado terreno en el campo terapéutico y que tienen como principio fundamental las capacidades individuales de las personas.

“En ese punto me parece que hay una cierta paradoja que se va respondiendo con las preguntas y respuestas anteriores. La fragilidad del cuerpo, que vos bien señalás, también está profundamente ligada al ideal de un cuerpo que no falle, que no tenga faltas. En ese desencuentro —entre el cuerpo real y ese ideal—, podemos suponer la presencia de una falta vivida como insoportable o imperdonable. Esa falta puede encarnarse en el cansancio, en los errores, en cualquier manifestación cotidiana que nos recuerde que no estamos al 100%, y eso, en realidad, ocurre la mayoría de los días”, opina Lucho remarcando que, si aplicamos una mirada dialéctica de la historia, notamos que han existido procesos más colectivos y otros más centrados en lo individual. “En términos del capitalismo, podríamos decir que uno de sus efectos —a veces olvidado— es que también produjo colectividad. Las organizaciones estatales, institucionales y humanas nacen, o al menos se afianzan, a partir de los ideales de la Revolución Francesa. Es desde esa base filosófica que se configura parte del andamiaje ideológico del capitalismo moderno. Debemos destacar que el capitalismo produjo una ideología de explotación, pero también una convicción de que los seres humanos organizados podían hacer frente a ello, escenario imposible en el feudalismo”.

Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo

No alcanza con decir que el neoliberalismo es un orden económico, ha logrado inmiscuirse en nuestros días, en nuestras moléculas, en nuestro lenguaje y en el estado de las cosas. Si la resiliencia es la capacidad para adaptarse a las situaciones adversas con resultados positivos- dice Wikipedia. Entonces el individuo es el único responsable en cambiar su realidad y esto no es así. No hay texto sin texto y no hay individuo sin comunidad. 

Para Luciano esta época de individualismos —que no necesariamente representa a todos, pero sí se amplifica a través de las redes sociales— podría formar parte de un nuevo movimiento de la historia, que no necesariamente se perpetúe. Tal vez incluso retroceda. “La colectividad hoy se sostiene en espacios distintos a los de antes” dice y menciona: “Aún existen instituciones históricas, como las escuelas y universidades, donde se siguen produciendo lazos sociales. No todo está regido por el individualismo; aún vemos vínculos que nos permiten sostenernos como sociedad. En ese sentido, lo individual puede ser una salida, pero también siempre lo fue. El camino singular, el recorrido propio, no deja de ser una vía, hay una realización que tiene que ver con el trabajo individual y el reconocimiento colectivo. En el mejor de los casos, elegimos con quiénes compartir eso singular, mientras en paralelo sostenemos ideas o proyectos colectivos”

Pensar la felicidad como un ejercicio netamente individual y mercantilizado tiene varias trampas: nos responsabiliza por asuntos de orden estructural, enemiga a la comunidad en su fuerza para transformar la realidad, desconoce factores de la coyuntura para entender las condiciones de vida que nos atraviesan y traza una grieta entre quienes no tienen la capacidad de superación y quienes sí. 

En síntesis, concluye Lucho: “el deterioro psicológico y emocional parece estar más vinculado a ideales inalcanzables que a otra cosa. La exigencia de resiliencia, de demostrar permanentemente capacidades, instala un imperativo que indica quién estaría más adaptado. Las salidas individuales siempre existieron; lo que tal vez ocurre ahora es que el individualismo se propone como un nuevo ideal desde ciertos sectores. No sabemos si va a pregnar, porque las sociedades no siempre demandan lo mismo: el individualismo no necesariamente responde a una demanda social, pero sí parece ser algo que se ofrece”

La promesa de la alegría esconde un fondo profundamente ideológico que persigue la disolución de los vínculos sociales. La lógica del éxito y la superheroína vacilan reconfigurando las relaciones con perfiles más humanos. Quizás porque, ante tanta inequidad, arbitrariedad, discriminación y bajezas surgidos de la explotación de millones, lo único parecido a la felicidad sea vivir cada día disfrutando de la voluntaria decisión de complotar contra este funesto estado de cosas. Y esa forma de habitar el mundo, a diferencia de la obligatoria felicidad mercantilizada e individualista que nos impone el capitalismo, es un proyecto colectivo.

 

 

∆ {Curaduría por Equipo Circular}

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