jueves, 10 de julio de 2025
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Cuatro miradas entrerrianas al malestar en la política

[Política, partidos, democracia, fakes, Entre Ríos]
•× Ani Alegre
© Fotos: “Democracia, 40 años. Luchas, conquistas y asuntos pendientes” Mónica Hasenberg

Se ha convertido en un lugar común asociar el fenómeno de la posverdad con las patologías que aquejan a la democracia; degradación de la conversación pública, debilitamiento del sistema institucional, crisis de los partidos políticos a nivel país y en Entre Ríos particularmente o el surgimiento de personajes que defienden o llevan a cabo políticas abiertamente antiderechos. Este texto entrevistamos a Rodolfo Leyes (Colón) Doctor en Historia, Andrea Sosa Alfonzo (Concepción del Uruguay) Comunicadora, especialista en comunicación digital, Santiago García (Villa Elisa) Politólogo y Director del Observatorio de Liderazgo Político en América Latina (UBA) y Luz Alcain (Paraná) Comunicadora, especialista en comunicación política. La oportunidad ahora es leerlos opinando sobre esta cruda actualidad, anotando sus impresiones sobre la política entrerriana, el proceso electoral y cómo se pixela con memes, tuits virales, exacerbación visceral de los discursos de odio y deudas pendientes de una democracia injusta e incompleta.

“Tratamos de estar donde no se toque la política por una cuestión de mantener una línea neutral que es algo que cuidamos mucho”. Este fue un mensaje de WhatsApp que recibí semanas atrás y fue el disparador del siguiente artículo. En el medio pasan cosas como las elecciones en ciudad de Buenos Aires y el fenómeno de la baja participación, la viralización de un video de Macri metiéndose en las elecciones que a los pocos minutos descubren que es una fake news, aunque ya importó poco en el mundo de la posverdad. Pasa también que un drone monitorea, segundo a segundo, los desplazamientos de la población palestina y se convierte en el arma predilecta de la ciberguerra. Pasa en esta orilla del río que el presidente uruguayo brindó una entrevista eximiéndose sobre la relocalización de la refinería frente a las playas colonenses. Podría enumerar una lista de imágenes cotidianas que dibujan el mundo de hoy, pero la totalidad no aparece más que en fragmentos intercalados entre cómo scrollear en Instagram y ver imágenes iguales de lo que no es igual. La información política pasa entre frivolidades, contenidos penosos y el apuro de publicar sobre cuatro renglones lo que sucede. Las redes sociales ocupan hoy un lugar central en el consumo de noticias, y es allí donde también se propicia la antipolítica, la desarticulación del poder de la interpretación, una nula la mirada crítica y pone en jaque el funcionamiento de las sociedades, los conflictos, el poder, el Estado, incluso la psicología de las personas y los grupos.

 

La gramática de la antipolítica 

“La antipolítica es un clima de época que tiene larga duración, esto no es algo que empezó ahora. Como para señalar dos tiempos, en el período kirchnerista y en el macrista. El kirchnerismo creó un relato de politización social que, en realidad, cuando vos salías de los entornos de militancia lo que seguía existiendo era la antipolítica. Aquello que parecía un proceso de politización era el mismo apoyo con el que cuenta Milei hoy. En la medida en que el bolsillo más inmediato del sujeto era beneficiado, la gente se volcaba hacia ese lado, y cuando el bolsillo era castigado la gente le soltaba la mano a ese proceso. Entonces la antipolítica es el clima permanente y es un nombre que condiciona el proceso que se tiene que analizar. Porque en realidad se le está llamando antipolítica a lo que es la desconfianza de los ciudadanos a los partidos políticos”, opina Rodolfo Leyes. En la Argentina de hoy Milei reproduce la racionalidad neoliberal que se articula en ese intento de despolitización permanente anclado en puntos estratégicos: reducción del ciudadano a homo oeconomicus, erosión de lo público y lo común, gobernanza basada en el mercado y neutralización de la democracia. Pero, obligándonos a girar hacia la coherencia conceptual y frente a aquella idea de “neutralidad y antipolítica”, hablar de despolitización implica sobre todas las cosas interpretar la desigualdad, la marginación y los conflictos sociales, que requieren abordajes y soluciones políticas, como cuestiones personales e individuales, por un lado, o naturales por el otro. 

“Que los políticos son todos lo mismo, que son todos chorros e inmorales”, las visiones anti políticas tienen larga data en el país, se gestaron en los setenta, se extendieron silenciosas en los noventa y estallaron con la crisis del 2001. Durante los primeros años del kirchnerismo se mantuvieron un tanto contenidas pero nunca se fueron. Hoy no son exclusivas de un partido, pero consolidan una sensibilidad a la derecha del debate público y amenazan con ocupar espacios allí donde las nociones del bien común se retraen. Santiago García nos invita a pensar la antipolítica como un antisistema: “Creo que si hacemos una interpretación resumida en Entre Ríos no estamos ajenos a la realidad que atraviesa Argentina y la región. Se suelen confundir los términos y se suele tomar una de las acepciones antipolítica y darle el sentido de la totalidad, pero parecería como un hartazgo de los partidos políticos o una mayor distancia entre representantes y representados. No hay un corrimiento hacia el ámbito privado como si nos quieren hacer sentir los que dicen ser antipoliticos, sino que hay una mala canalización del malestar con nuestros representantes”.

“Es difícil zafar puertas adentro de la provincia a la antipolítica” agrega Luz Alcain destacando que por los estilos de liderazgo que han primado en los últimos años, o por tradiciones políticas particulares, en Entre Ríos suena con sordina la violencia discursiva que acompaña el clima de época y que es telón de fondo en el escenario nacional. “El asunto es que la antipolítica no refiere exclusivamente a la casta de los partidos. Y en este sentido es devastador su impacto en la descalificación permanente de las organizaciones gremiales, sociales, comunitarias, en toda iniciativa solidaria, en toda red de contención social”.

 

La confianza en la política, al igual que en los medios de comunicación, es baja en la provincia y esta crisis no es propiedad exclusiva de los medios: se aplica a otras instituciones clave de la vida moderna, como la medicina, la ciencia y la educación. “En nuestro presente provincial, nacional y global, la antipolítica está operando fuertemente pero de una forma muy particular. Hay un libro que menciona la idea de 5 monopolios: el monopolio del dinero, el monopolio de las armas, el de la investigación científica, el monopolio de los recursos naturales y el quinto es el de la palabra. El autor dice que es el monopolio de la palabra el que legitima a los otros y sin el cual no podrían existir. En la construcción político estratégica de La Libertad Avanza, en sus campañas presidenciales y luego en la gestión de gobierno, lo vemos claramente a ese esfuerzo denodado por el monopolio de la palabra. Esto tiene un paralelismo con las fuerzas políticas que construyen relato a través del monopolio de la palabra y el coqueteo con la IA, con el uso de las aplicaciones y las plataformas tecnológicas”, añade Andrea Sosa Alfonzo y agrega: “Creo que la tendencia antipolítica como un clima de época tiene que ver con el desinterés en lo colectivo, en el bien común, en pensar que el único futuro posible es el futuro social, es un futuro que hace a una comunidad, un futuro que hace a entender cuáles son esos principios fundamentales que tenemos como civilización y, a partir de eso, poder determinar y construir las narrativas. Si como sociedad no tenemos en claro esto, es porque nos están bombardeando todo el tiempo con que la lógica es la individual, es solamente pensarnos estrictamente como un nicho. Es muy difícil elaborar cuál es esa contra hegemonía, cuál es ese contrasentido que tenemos que brindarle a la narrativa para disputar el monopolio de la palabra, para ponerlo en tensión y que deje de sostener esos otros monopolios que no son más que aquellos que imprimen nuestra vida todos los días”.

El malestar de la política

Debajo de la superficie de muchas discusiones públicas se encuentra el malestar colectivo, la economía que pulveriza las previsiones y relaciones sociales, una especie de vertiginosidad ideológica y mediática que plantea la refundación de todo sin anestesia, incluso los propios partidos políticos. Esta fundación de un nuevo orden sociopolítico reconfigura los límites de la acción: ¿pueden los diputados entrerrianos radicales acompañar el ajuste a los jubilados? ¿Puede un senador entrerriano intentar pasar al Paraguay con miles de dólares en su camioneta? ¿Sale selfie de legisladores con genocidas y está todo bien? ¿Puede un funcionario decir que las políticas de género son una “estafa”? ¿Puede un partido político avalar que sus senadores cobren 9 millones de pesos o 7 o 6, mientras que el básico de un docente no llega a los 500 mil pesos y el de un médico no pasa el millón en nuestra provincia?

“El voto popular puso en Casa Rosada a un dirigente político que no cree en la democracia. Prueba suficiente de que el acuerdo democrático no está funcionando. Está en crisis por las “promesas” no cumplidas, incluidas las del Preámbulo que recitaba Alfonsín en el arranque de esta parte de la historia. Pero además, porque desde 2023 para acá, con el derrumbe de la “grieta” de los últimos 20 años y con el descalabro de todas las expresiones del centro y de la centroderecha, el voto popular termina por consagrar a un diputado, un senador que puede jugar cualquier papel, integrar cualquier bloque, fundar uno nuevo, poner su voto a disposición de sí mismo o a cambio de una promesa al gobernador de su provincia”, piensa Luz.

Es muy finita la piola donde se sostienen la coherencia y pone en jaque la eficacia de prácticas políticas como las manifestaciones e insensibiliza, desgasta, horroriza, a tal punto que no importa haber alcanzado los índices de pobreza e indigencia más altos en veinte años. Rodolfo agrega al debate la idea de que los políticos no dan una representación real, entonces eso es un tipo de conciencia muy bajo en la realidad donde lo más parecido a una conciencia es la desconfianza. “Hay una crisis de representación que por extensión es una crisis del sistema democrático, pero en realidad es un problema de representación. Cuando la gente encuentra una representación acompaña esa representación, con desconfianza, pero la acompaña. Después cuando esa representación lo deja de representar, generalmente en sus urgencias o en su situación económica, la gente le suelta la mano. Entonces lo que hay es una crisis de los partidos políticos”.

La política está opaca y enrevesada. Han aparecido ideas políticas de este tipo en Entre Ríos, más progresistas, pero no han podido materializarse ni brindarles a los jóvenes cuál es ese rumbo de futuro que tenemos que tener. “Creo que ahí ha hecho algo bastante más piola e interesante la religión a través de la figura de Francisco entre los jóvenes, de tener una mirada humana, sensible, situada, en qué significa ser un joven, cuál es el rol de la juventud y los lugares en los que pueden disputar poder y establecer parámetros acerca del mundo que tiene que venir” considera Andrea en esta sintonía.

En paráfrasis de Borges, los fenómenos políticos del momento son un montón: la casta, los que se quedaron con el vuelto, los populares, psicóticos y psicópatas, excluidos de toda clasificación, caricaturas políticas; jarrones chinos (no se sabe dónde ponerlos), las diosas. Desde Paraná Luz entiende también que los partidos en territorio entrerriano van profundizando su vaciamiento y ajustando sus mecanismos para sostener la máquina e imponer candidatos. En tanto, la eliminación de las PASO, en algún aspecto, facilita las cosas para que esa máquina funcione. “¿Cómo haces si sos una simpatizante peronista, socialista, radical, para ser parte del engranaje?” se pregunta y contesta: “difícil intentarlo. Uno siente que lo de ‘anteponer los intereses personales al bien común’ por parte de la dirigencia política ya viene de antes… Sucede que en estos días de autoritarismo, ajuste, despidos y de medidas que suponen dar vuelta el país como una media, el ‘interés personal’ de la dirigencia política es igual al vacío, al silencio y a una irresponsabilidad imperdonable”.

Para García también nos encontramos en un tiempo donde los partidos políticos empiezan a perder poder de dar respuesta y esa situación se va agravando con el correr del tiempo y la sensación de época de que un capitalismo vencedor deja sin margen a otro tipo de relato predominante. “Lo colectivo hay que meditarlo porque el camino es el individuo,  los partidos políticos no son ajenos a este proceso que no se ha detenido nunca y la exacerbación de eso es la persecución de intereses particulares por sobre un bien común”, remarca y agrega que la baja participación electoral es un semáforo que indica que ese proceso de insatisfacción acelerada es el cruce de comportamiento que tienen las y los usuarios de las redes sociales en la política: no hay procesos, no hay esfuerzo, no hay sacrificio, no hay compromiso, sino que hay una búsqueda incesante de satisfacción inmediata y eso hace que más emociones le ganen a las razones y se definan aun en detrimento de los propios. 

 

¿Podemos hoy distinguir políticamente estructuras como lo eran los partidos y los viejos sindicatos únicos, a trabajadores y trabajadoras que se caracterizan por ciertas formas, tanto en sus condiciones de trabajo como en sus prácticas de consumo? ¿Existe un partido único que exprese a la clase fundamental en la que se halla? A raíz de estas preguntas se abre un hilo para pensar seriamente cuál es el lugar que tienen las luchas en el plano de la realización del valor. Los docentes por el salario digno en la provincia, ambientalistas por la defensa del río y la tierra, prestadores de salud por los pagos adeudados, la discapacidad antes el desfinanciamiento, los feminismo, consumidores organizados contra las tarifas abusivas, inquilinos organizados contra los alquileres impagables y falta de legislación en nuestras ciudades entrerrianas, pacientes con adicciones por espacios de recuperación, trabajadores de la economía popular, familias enteras sufriendo padecimientos de salud mental, han sido tratados en la cultura política como sectores cuya lucha no tienen punto de acumulación, es decir, no disputan poder ni intereses. Pero lo cierto es que estas son las formas de resistencia a la precarización estructural de la vida que propone el neoliberalismo hoy y son las formas más eficientes de poner en peligro la realización del valor. ¿Qué liga todos estos espacios con un proyecto de poder? ¿Qué partido político contiene estas luchas que no son netamente partidarias o corporativas (es decir, expresión de los grupos tradicionales)?

“El presente se ha convertido en una especie de ágora donde hay una discusión política para los politizados, el resto observa y lo que consume es el circo de eso, pero la estética de artificio es transversal a todos los partidos políticos”, enfatiza Leyes.

Democracia sí

Las crisis pueden ser momentos de apertura del horizonte de posibilidades de la vida social y política. Algunos actores caen en desgracia, otros aprovechan el río revuelto, hay lealtades que se licúan y otras que comienzan a gestarse. También pueden ser momentos de intensa movilización e involucramiento. “No hay chances de potenciar lo social y la democracia presos del algoritmo, dando debates en una plataforma privatizada que se ha consolidado con el único fin de vender productos, vidas, conductas. Potenciar la democracia será en un desarrollo distinto de la tecnología, hoy secuestrada por dos, tres empresarios que amasan una fortuna nunca vista y que deciden quien habla, de qué y con quién. Una maquinaria que funciona si hay más vistas y hay más vistas si hay violencia. Revitalizar la democracia también deberá recurrir, tal vez, a las tradicionales estrategias del lazo social nacido en la calle, en las sedes de las organizaciones, la comunidad, los gremios, los partidos”, dice Luz.

Y que muchos y muchas seguimos creyendo en la información y la libre opinión. Creemos en un giro hacia la coherencia semántica, en la necesidad de un debate entre las fuerzas democráticas sobre un balance que pueda hacerse de cara a la sociedad y que pueda ofrecer una alternativa económica y política que recoja la experiencia reciente y en ello, como dice Leyes, mejorar la democracia tiene inexorablemente que ver con la reconstrucción de los partidos políticos que no son los partidos políticos que conocemos. 

“Todos los sistemas son perfectibles por definición, lo que necesitamos es comprender si esas mejoras van a venir desde arriba como si fuese una suerte de reforma constitucional del 94 o es una demanda para reformar y mejorar la democracia desde abajo”, agrega Santiago García.

La definición de los acontecimientos, de sus causas, de sus responsables y de los caminos de salida abre una situación de disponibilidad de sentido. La alternativa política está herida, pero no muerta, aunque los por ahora victoriosos decreten el fin de las cosas. Está herida por el embate insistente y hasta ahora eficaz de la fuerza política gobernante. Está herida también por las denuncias y revelaciones que fragilizan y corroen la confianza. 

“Es fundamental pensar globalización y democracia para tema de futuro de la humanidad y que la globalización con esa tendencia expansiva, tecnológica, cultural de sintetizar un poco los desafíos, zonificarlos e integrarlos en aspectos centrales muy parecidos para todos los países, ha dejado como contrapartida este individualismo y esta asepsia a interesarnos por el otro que son, precisamente, los interrogantes cruciales sobre la democracia”, opina Andrea.

Desplazar las narrativas violentas de deseo de sacrificios y destrucción de personas se hace más urgente que nunca. El desafío está planteado. Este profundo malestar con la política entrerriana puede ser también una oportunidad para su expansión y para superar los problemas reales que ya no resisten ser barridos debajo de la alfombra.

 

∆ {Curaduría por Equipo Circular}

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