viernes, 16 de mayo de 2025
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Los mundos que rompe el abuso sexual infantil

Violar niñas/os, filmarlos, tocarlos, amenazarlos, fotografiarlos, traumarlos, hacerlos objeto de supuestos deseos de satisfacción sexual con masturbación, fetichismo, penetración, manoseo, es un delito. La infancia es indefensa.

[Distopía y algoritmos]

•×Ani Alegre y Andrea Sosa Alfonzo

© Ensayo fotográfico sobre la Fundación Felices Los Niños: Lo que puede un cuerpo de Tamara Grinberg cuentan el desgarro y la tortura. Las fotografías que conforman el corpus de trabajo fueron realizadas entre 2016 y 2019 dentro del predio que pertenecía a Fundación.

 

Semanas atrás fue hospitalizado en Colón un bebé de 45 días de vida. El informe del cuadro clínico reportó tres costillas quebradas, golpes en su pequeño cuerpo y daños visibles localizados en sus genitales. Los pamadres del niño, son jóvenes, de 17 años, que al ser consultados por el personal de salud no supieron dar precisiones sobre los motivos por los cuales el bebé presentaba daños en su cuerpo. Algunas de las frases que esbozaron y a las cuales pudimos acceder mediante entrevistas fueron “se cayó”, “lo trajimos porque sentimos que no podía respirar bien”, “estábamos durmiendo y quedó atrapado entre la cuna y la cama”. Es necesario empezar este artículo con un hecho concreto que espanta y sacude la conciencia social. 

También pensamos en otro posible inicio. Días después de la feria judicial del verano 2025, una mujer se presenta voluntariamente en un juzgado -vamos a mantener el secreto de la localización del hecho hasta que avance la causa- para denunciar que había sido abusada sexualmente. En ese relato, refirió que sus abusadores la drogaron y cómo ejercieron violencia física sobre ella. También declaró que posteriormente a escapar de la escena, regresó a la vivienda de uno de sus abusadores para atacar y violar a su hija menor, “como una forma de venganza”.

Disculpen la intromisión en el ansiado descanso que trae como esperanza la llegada del finde XXL, pero es que vivir y seguir fingiendo demencia se está poniendo jodido. Las estadísticas oficiales del Juzgado del Departamento Colón indican que llegan 3 denuncias por semana por abuso sexual infantil, el mismo número aporta la Defensoría de Menores en Concepción del Uruguay. Son datos que pisan la institución, se supone en esta materia. Sin embargo, sus funcionarios advierten con preocupación que los casos que no golpean ninguna puerta ni llegan a denunciarse, duplican ampliamente estas cifras. Estamos hablando de 1 o más casos de abuso sexual infantil por día en cada distrito.

¿Qué tan rota puede estar una sociedad para quebrar sus infancias que no es más que nuestro propio futuro como especie? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuántos niños, niñas y jóvenes están siendo violados/as en su seno familiar mientras lees esta nota?, ¿cuántas familias callan?, ¿cuántas mamás esconden a un violador o no se animan a denunciar?, ¿cuántas docentes y cuántos profes no quieren meterse en bardos y dejan pasar un llanto desconsolado, una conducta errática y silenciosa, una “falta de atención en el aula”? ¿Cuántos padres/madres amenazan a directivos y docentes en la puerta de escuelas, grupos de WhatsApp o reuniones, bajo la mediática declaración: Con mi hijo no te metas? ¿Cuántos contenidos de ESI faltan en las instituciones educativas? ¿Cuánta violencia es capaz de sostener ese pequeño mundo creciente? ¿Cuántos clubes evaden tocar el tema? ¿Cuántos medios de comunicación no consideran al abuso sexual infantil como agenda pública? ¿Cuántos policías con causas contra menores están presos? ¿Cuántos suicidios fueron inducidos? 

Nuevamente, disculpen la intromisión en el finde XXL, quizás deberíamos narrar esto como un efecto destape con algunas breves líneas de lo que sabemos sucede, pero convalidamos bajo el techo de cristal en Colón y Concepción del Uruguay. Llamar por su nombre al Abuso Sexual Infantil (ASI) no dejar de horrorizarnos, espantarnos, estremecernos. No alcanzan los Lohan y las causas contra los hermanos Kiczka para parar una pandemia social que nos tiene encerrados en nuestros micromundos. O una Viviana Canosa amenazando con destapar la olla de la trata infantil que involucra a una lista de famosos. Hay un nena en la cama de un adulto abusador ahora. No son casos aislados. Los procesos de visibilización del ASI son lentos. No alcanza con romper el silencio porque las vidas rotas de niñoas/as nos exige otros procesos y prácticas transformadoras de reacción. Sería siniestro no hacerlo. La ASI puede declararse a cualquier edad, condición, situación  socio económica y problemática. Levantar y trabajar sobre lo traumático es inexorable. Cachetea, aparece, se desata, acontece en la vida de las víctimas e invade todo. 

La Licenciada en psicología, Lucía Vallory dice en una entrevista con Circular que cada persona particular y diversa presenta muchas formas de reacción frente a un abuso sufrido durante la infancia. Las formas van desde el momento en que elige contarlo hasta el modo, hay “quienes han podido contarlo durante su infancia, y quienes han tenido que esperar años para poder decirlo”. Vallory asegura que en cualquier caso, “el impacto del trauma es algo que nos corre de la realidad e irrumpe de forma sorpresiva, causa muchísimos daños que muchas veces son irrecuperables”. 

Y es que el impacto traumático varía según los recursos emocionales que tenga la persona para afrontar este tipo de situaciones e incluso cambian de acuerdo a la etapa de vida. “Cuando hablamos de niños pequeños donde recién su psiquismo está en construcción y hay muy pocos recursos psicológicos, pueden aparecer estrategias de negación de lo ocurrido, agresividad, miedo. En los niños que están en la etapa escolar, es más frecuente, según investigaciones, encontrar sentimientos de culpa y vergüenza”, asegura. Mientras que en la adolescencia surgen procesos mucho más complejos “porque el abuso sexual puede ser a través del coito, y existe riesgo de embarazo”, concluye. En Argentina, en 2019, 1.938 niñas menores de 15 años tuvieron un hijo o hija. El porcentaje de niñas embarazadas se redujo en un 50% en los últimos diez años con corte en 2022, gracias a las políticas públicas que diseñaron dispositivos de prevención sobre casos de abuso infantil en niñas madres. Investigadoras e instituciones como el Centro de Estudio de Estado y Sociedad (CEDES) observan con preocupación el impacto de la eliminación de dichas políticas en el crecimiento de casos de abuso en niñas. 

La adolescencia temprana es una etapa de construcción de la identidad y de encontrarse con uno/a mismo/a, “las consecuencias de estas relaciones incestuosas pueden ser muy dañinas para él o la adolescente porque los abusos, como se manifiestan en su gran mayoría, ocurren dentro del ambiente intrafamiliar. Por eso, ese adolescente tiene mucho miedo de poder expresar lo que le pasa: si va a ser escuchado, si podrá ser aceptado su relato o no por parte de la familia, u otras personas”, argumenta la psicóloga Vallory y agrega: “entonces es una etapa donde el adolescente puede que no exprese ese trauma y recurra por ejemplo, al consumo de alcohol, de drogas, u otras sustancias para zafarse de la realidad que está viviendo. En algunos casos, se puede presentar una  estructura psíquica donde la persona se vuelva sumisa, o no pueda establecer límites claros en el contacto con el otro”, concluye la profesional. En áreas de la salud mental se ha puesto sobre relieve los casos en donde adultos que sufrieron abusos comienzan un proceso de  terapia donde recuerdan alguna situación reprimida aparecen “riesgo de depresión y padecimiento de trastornos postraumáticos”. Incluso en algunas víctimas se observan “sentimientos de culpa tras disfrutar, por ejemplo, de una relación sexual, o mucho miedo y preocupación por que sus hijos/as que no pasen por lo mismo”.

 

Las bocas de denuncia que hay que mirar 

El silencio también es complicidad. Las denuncias llegan a los juzgados de nuestras ciudades, a la salita de salud del barrio, al hospital de cabecera, a la práctica en el club y a una sala de preceptores en la escuela, se manifiestan en las aulas como se puede. Interpelan a familias y a las instituciones. Ahora bien, para que un abuso se instale deben existir otras complicidades. Tal vez no conscientes y entenderlas así, a las pruebas nos remitimos y es que la primera barrera institucional la ponen las y los adultos miopes, negadores, evasores, desinteresados y particularmente individualistas que no quieren intervenir para transformar realidades sociales urgentes de ser transformadas. De acuerdo a los datos relevados y a los testimonios, muchos docentes, pediatras y profesionales de la Psicología tienen sospechas, pero callan. “Para qué denunciar si después se me arma un quilombo en la puerta de la escuela y si encima la justicia no hace nada”, son algunos de los argumentos que escuchamos.  

Gustavo De Barruel Saint Pons es Defensor Público en materia Penal de Niños, Niñas y Adolescentes en Concepción del Uruguay. En diálogo con Circular, profundizó sobre el tratamiento de la problemática de ASI y los diferentes actores que funcionan como principales bocas de denuncia. “Es imperativo respetar las pautas de los procesos, evitar la revictimización de los niños y propiciar el ambiente para la declaración dentro de la Cámara Gesell, pero sobre todo, brindar la tranquilidad y la seguridad bajo las condiciones adecuadas. Se debe ser garante de los derechos de los niños y niñas. Tanto las escuelas, como los centros de salud, son bocas a través de las cuales ingresan las denuncias”, comienza relatando el Defensor.

Y es que en el abordaje de este problema necesitamos de una articulación precisa de esfuerzos donde nada quede librado al azar, el funcionamiento judicial necesita de un adecuado funcionamiento de otras instituciones así como el compromiso de quiénes las integran. “Sobre ASI se puede concretamente tomar conocimiento desde la Justicia, así como también se necesita desde organismos públicos como Educación, Salud, Servicios de Protección, y ahí es cuando se le da intervención a la Defensoría mediante un informe de sospecha. Posteriormente, desde esta Defensoría de niños, niñas y adolescentes, es particularmente cuando se hace la denuncia”, explicó De Barruel Saint Pons. Y agregó: “lo que se intenta es que el niño/a tenga el menor contacto posible con la Justicia, que asista una sola vez, que se haga la escucha y que tengamos los elementos para investigar. Obviamente que la Fiscalía que es encargada de investigar el hecho debería tomar indicadores en base al relato y a los elementos que tienen otras pruebas para acreditar ese hecho, no solamente la voz del niño/a que es justamente lo que a mi función ejerce, proteger esa persona y esos derechos y que se pueda llegar al a investigar el hecho sin ejercer revictimización”.

El Defensor narró que hay indicadores que se manifiestan cuando se produce un análisis integral de cada uno de los hechos denunciados. Para ello, “todas las demostraciones de relatos se hacen a través de numerosas pruebas y de acuerdo a la madurez y la capacidad de los niños/as”. Siguiendo esta línea, sostuvo que se produce una “condena casi en la mayoría de los casos de abuso sexual infantil”. Pero también hizo hincapié en otro de los aspectos que trazan la narrativa de los movimientos feministas con perspectiva humana y es el proceso de reparación. “La justicia condena y repara, pero en la vida de los niños/as, es necesario brindar ayuda junto a profesionales que establezcan un abordaje de este tipo de traumas que marcan la vida y se proyectan en la vida adulta”, insistió.

Pedófilos abundan y familias que facilitan también

El abuso sexual infantil tiene su primera causa en el entorno intrafamiliar. Se entiende por este tipo de violencias aquellas donde existe una conducta ejercida por un adulto en la que un niño/a es utilizado como objeto sexual, existiendo o no una relación con esa persona, y siendo esta simétrica o asimétrica. De acuerdo a un análisis de UNICEF, en la mayoría de los casos detectados no suele haber lesiones físicas que funcionen como indicios para determinar quién fue el agresor ni hay una conducta específica o prototípica que los niños/as víctimas presenten. Tampoco suele haber testigos, ya que quien comete un abuso sexual suele hacerlo a escondidas. Opera una premisa falsa que sostiene que “si no hay lesión, no hubo abuso”. Esto agrava la situación porque sin detección los niños no reciben tratamiento, ni protección ni justicia.  

¿Por qué es un error ubicar psico patológicamente al agresor? ¿Es tal vez una manera de quitarle responsabilidad? “La persona que abusa sabe que está mal, que es un delito y por eso lo hace a escondidas. Siempre que hablamos de abuso sexual estamos hablando de un abuso de poder, hay una desigualdad de poder más cuando estamos hablando de un niño y un adulto y más de éste adulto en particular, que tiene ese goce sexual de estar imponiéndose ante una persona totalmente indefensa”, responde la psicóloga Lucía Vallory y remata: “muchas organizaciones y la ciencia han estudiado esto para determinar que no nos referimos a personas enfermas” sino que por el contrario, “son personas que podemos frecuentar en nuestro día a día”.

El ASI siempre ocurre en desigualdad de condiciones, hay diferencia de edad, de condición y situación social, de posibilidad de reacción, de entorno que escuche. Es un delito que no proscribe y lo reprimido atraviesa el sistema inmune. Existen abusadores y pedófilos y no son bestias, ni animales, ni gente anormal que está loca, son personas con lenguaje; con roles familiares: son padres, tíos, abuelos; con roles sociales: son profesores, policías, empresarios, analfabetos, médicos, peones rurales, hombres de la construcción, novios, padrastros y músicos. Las personas que ejercen abuso mayormente son varones, según UNICEF está comprobado que la mayoría son varones y que entre el 20 y el 40% de los abusos sexuales son cometidos por niños mayores, adolescentes y personas con menos de 21 años. Los abusos son cometidos en ámbitos de convivencia y confianza. Viven en nuestras comunidades, integran nuestras iglesias y forman parte de nuestros gobiernos, están entre nosotras y nosotros, trabajamos con ellos, compartimos actividad social.

El abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes es una de las peores formas de ejercicio de la violencia contra las infancias y adolescencias. Las víctimas sufren un daño irreparable a su integridad física, psíquica y moral. Se daña su derecho a la integridad, la intimidad, la privacidad y, principalmente, se vulnera el derecho a no ser expuesto a ningún tipo de violencia, abuso, explotación o malos tratos. Cuando estos hechos involucran directa o indirectamente a instituciones como escuelas, clubes, hospitales o iglesias, la conmoción es mayor, aparecen culpas, miedos y vergüenza en las familias. Pamadres sienten no haber sido lo suficientemente protectores, cuidadosos, atentos. Mientras tanto, el abusador no siente culpa, sabe lo que hizo y logra que sean las víctimas quienes se sientan avergonzadas ya que el abuso se da de forma progresiva en un contexto que inicialmente se presentó como de afecto y de cuidado. De alguna manera, entonces, las familias del niño/a abusada también resulta víctimas de la situación.

 

 

El terrible acto de quebrar una infancia y la importancia de la ESI

Violar niñas/os, filmarlos, tocarlos, amenazarlos, fotografiarlos, traumarlos, hacerlos objeto de supuestos deseos de satisfacción sexual con masturbación, fetichismo, penetración, manoseo, es un delito. La infancia es indefensa. Las niñeces hablan cuando pueden. Un “Yo te creo” hace la diferencia. Una denuncia pone límites al abusador, que comienza a sentirse observado. Una condena es liberadora y ordenadora para la víctima. Luego, la reparación, un camino largo y costoso.

Las consecuencias del ASI son terribles. Rompen, desintegran, fragilizan, tienen efectos que atraviesan a las personas a lo largo de sus vidas. Son condenas que claramente exceden el ámbito legal ya que no terminan de determinar el impacto sobre lo íntimo, sobre el dolor, y los efectos en la constitución de esa persona. Por eso se suele decir que la “condena” es sobre la víctima y no sobre el victimario. “Hay que tener en cuenta también esto que hablamos nosotros en psicología sobre el impacto de una agresión sexual en cuanto a la persona, estamos hablando del perfil individual que tiene la víctima. ¿Cuál es su situación emocional, qué edad tiene, el sexo, el contexto familiar, si hay una familia que cree o no?. Por ahí también las características del acto abusivo que ejerce el abusador, la frecuencia con que ocurrió, la existencia de violencia o amenazas, o recompensas”. Son los contextos de confianza y de cercanía, de una falsa idea de qué es el amor y el cuidado, lo que facilita la llegada del abusador. “Es importante pensar el nivel de intimidad emocional existente entre la víctima y su agresor, porque la intimidad muchas veces queda en secreto y estas amenazas generan un malestar en la persona y más cuando son infantes, porque creen que realmente si ellos dicen algo que es considerado “inadecuado” pueden causar con estas amenazas un daño a su mamá o a su papá” describe drásticamente Lucía.

Según un estudio del Ministerio Público Tutelar, el 70%-80% de los niños, niñas y adolescentes de entre 12 y 14 años que pasaron por la Sala de Entrevistas Especializada del organismo, pudieron comprender que fueron abusados recién cuando recibieron clases de ESI. “Desde la Defensoría hemos realizado encuentros y asesoramientos a docentes” explica Gustavo De Barruel Saint Pons y añade: “Es necesario estar en las escuelas y más equipados para cuidar estas situaciones. El opuesto del abuso sexual infantil, es la tortura. La ESI permite generar conciencia en la comunidad. Posibilita estar en contacto y diálogo permanente con los niños/as. También hizo posible que una enorme cantidad de niñeces hablaran y fueran escuchadas. De hecho, las denuncias aumentan cuando se retoma la presencia de niñeces en las aulas y se retoma el ciclo lectivo. Son esos espacios donde los niños/as encuentran un lugar propicio para narrar lo que les pasa”.

 

¿Qué pasaría si las escuelas de nuestras ciudades le dedicaran una hora de su semana para reunir a sus estudiantes y trabajar sobre derechos, recordarles que nadie tiene la potestad sobre sus cuerpos y subjetividades más que ellos/ellas mismos? No podemos soslayar ni pensar en sistemas sociales donde niñas, niños y adolescentes convivan con quienes los abusan, con adultas y adultos que miran televisión, acceden a Internet, charlan sobre estos temas mediáticos, ¿Pero sí en un simple acto acorde a sus edades surgiera como un salvavidas en medio de la tormenta un espacio de escucha? ¿Un lugar para una palabra temerosa? ¿Qué pasaría?

De Barruel Saint Pons subrayó que la aplicación de la ESI “fue un gran disparador para que los niños/as puedan darse cuenta de lo que estaba pasando. Es un aporte importante porque los niños son niños y no entienden bien lo que les pasa”, agregó. En el marco de pensar posibles abordajes cotidianos, microsociales, Lucia sugiere aprender a escuchar: creerles, no presionar para que hablen porque “primero debemos reconocer que el niño o la niña está en etapa de construcción psíquica. Estar atentos al relato y también a aquellos indicadores físicos que puedan aparecer pero que son variados y nunca determinantes”. Y marca algunos ejemplos para estar atentos e identificar rápidamente señales: “De repente el niño adolescente trata de evitar ir a hacia algún lugar, pide que lo llevemos menos, no quiere compartir tiempo con determinadas personas. También debemos mirar a nuestras infancias y acompañarlas con el cuerpo. Realmente es importante la ESI para saber que nuestro cuerpo es sagrado, que no podemos compartirlo con todo el mundo. Tenemos que poder anticiparles a los niños/as que pueden confiar en nosotros para contarnos si algo anda mal o les preocupa. Los indicadores físicos son variados, puede haber trastorno de alimentación, problemas con el control de esfínteres, la enuresis también, infecciones urinarias. En la conducta también puede haber mucho miedo, conductas hipersexualizadas o autoeróticas como el tocarse, según la edad de las personas. Otro de los espacios para mirar son los juegos, los niños/as muestran mucha información a través del juego, hay que observar a qué juegan, quiénes son los personajes, cómo son los acercamientos de esos personajes y es importante garantizarles todo el tiempo que van a ser escuchados y tenidos en cuenta”, concluye la psicóloga especialista en abusos sexuales infantiles.

Lo traumático reaparece como síntoma: el cuerpo habla, hay dibujos, formas de habitar los espacios y gestos que dicen mucho. Lo silenciado vuelve con llantos, cambios de conductas, irritación, gestos, miedos que antes no estaban, dolores de estómago, alteraciones en el sueño. “En las escuelas se suele hablar de esto, por ahí que el niño presenta cierto retraimiento social o tiene algunos temores inexplicables o llega cansado porque no pudo dormir. Se manifiestan conductas que dentro de lo típico no son tan comunes, puede también aparecer violencia o agresividad por parte del niño”, concluye Lucía.

Disculpen la intromisión en el finde XXL. De cada 1000 abusos sexuales en la infancia, sólo se denuncian 100 y 1 recibe condena, según datos del Ministerio Público Fiscal. Queremos poner así las cifras en números y con el horror de lo que esta asimetría representa. Los vacíos que se entremezclan entre cada uno son nuestras responsabilidades sociales, nuestra decadencia como humanidad, nuestra falta de compromiso con una ética del cuidado. No puede resultarnos más preocupante o impactante el debate sobre la inflación, el cepo cambiario y los acuerdos con el FMI. Hay un vaciamiento del debate público y del rol ciudadano que es preocupante porque tiene que ver con nuestra calidad de futuro, ¿hacia dónde pretendemos ir sin infancias o con infancias dañadas? Las víctimas siguen apareciendo y multiplicándose en territorio colonense y uruguayense, entrerriano, muchas veces, en el más absoluto silencio. Otras veces como en los últimos casos más resonantes, se realizan denuncias que demuestran que las instituciones correspondientes no accionan en su rol, ni siquiera esbozamos un plan de mejoras, sino simplemente que no lo hacen en su tarea para la cual fueron creadas.

La culpa, claro, es del abusador, pero la responsabilidad es de todos y todas. El silencio es complicidad. 

 

∆ {Curaduría por Equipo Circular}

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