jueves, 10 de julio de 2025
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Las que no pudieron quemar

La directora Elizabeth Sankey pone sobre la mesa uno de los grandes tabúes: la depresión postparto

[Cine documental]

•×Clara Chauvín

© Fotos Witches (2024), The Witch (2015), Suspiria (1977), Rosemary’s Baby (1968)

“… Que las hay, las hay” dice una vieja expresión popular. Las brujas siempre representaron un imaginario entre magia y oscuridad vinculado a lo femenino. Bruja ha significado una forma de insulto para las mujeres, por feas, por malas, por quilomberas, por ser cualquiera cosa que rompa con las reglas que el mandato de la feminidad ha buscado imponer. Los cuentos de hadas que conocimos en nuestras infancias solían retratar a las brujas como las villanas que desataban todos los males hasta que el bien siempre triunfaba y ellas recibían su merecido. Catalogar a una mujer de bruja significaba el destierro absoluto y un merecido castigo que, en realidad, tenía un verdadero objetivo aleccionador para todas las mujeres: salirse de la norma de la feminidad puede llevarte a la tragedia.

El origen de la construcción de este mito cultural se remonta a la Europa Occidental en los siglos XVI y XVII cuando el incipiente capitalismo comenzaba a imponer sus reglas de organización social, lugar donde todo lo vinculado a la sexualidad y placeres femeninos debía ser exterminado para que así las mujeres cumplieran de forma exclusiva su rol reproductivo y doméstico dentro del contexto del matrimonio heterosexual. La autora Silvia Federici explicó sobre este período de guerra contra las mujeres: “… No se ahorraban esfuerzos a la hora de pintar la sexualidad femenina como algo peligroso para los varones y de humillar a las mujeres para frenar el deseo de utilizar sus cuerpos para atraerlos. En ningún otro momento de la historia se sometió a las mujeres a semejante asalto sobre sus cuerpos: un asalto masivo, organizado a nivel internacional, sancionado por la ley y bendecido por la religión. Ante el más leve indicio, por lo general bastaba una simple denuncia, arrestaban a miles de mujeres, les arrancaban la ropa, las afeitaban enteras y las pinchaban por todo el cuerpo con largas agujas en busca de la “marca del diablo”, en muchos casos en presencia de varios varones, desde el ejecutor hasta los notables y párrocos locales”.

Cumplir con el rol reproductivo también incluía otra regla fuera de discusión: amar incondicionalmente a tus hijos y, además, hacerlo con dicha y felicidad. Ninguna madre puede sentir dudas, inseguridades o miedos del rol que debe desempeñar, el mandato sentencia que no existe mayor felicidad que el embarazo y la maternidad. Pero el cine se ha encargado de poner esto en tensión, en especial dentro del género del terror donde es posible poner un manto de oscuridad en aquellos lugares donde no debería haber tal cosa. En El bebé de Rosemary (Rosemary’s baby, 1968) de Roman Polanski, adaptación de la novela de Ira Levin, durante su embarazo la protagonista comienza a sospechar que algo malo está pasando con su cuerpo y la criatura que está engendrando podría llegar a ser el hijo del mismísimo diablo.

Pero ¿qué pasaría si todas esas sospechas fuesen en realidad fruto de la imaginación de una mente al borde la locura? Una pregunta que se hace Elizabeth Sankey quien dirige, escribe y produce el documental Witches (2024). Lo que no se nombra no existe, y es por eso que la cineasta pone en palabras, a partir de su propia experiencia, unos de esos tabúes que todavía cuesta decir en voz alta: la depresión posparto. La directora cuenta en primera persona lo que atravesó a partir del nacimiento de su hijo en el año 2020 y el posterior cuadro clínico por el que debió internarse en un instituto psiquiátrico. Durante su período de recuperación, Sankey se fue encontrando (y armando redes) con otras mujeres que estaban atravesando por la misma situación, varias de las cuales también brindan sus testimonios con una honestidad totalmente conmovedora. 

Pero además, durante todo este relato se vale de muchas escenas de las más inolvidables brujas del cine, desde El mago de Oz (The Wizard of Oz, 1939) de Victor Fleming y Suspiria (1977) de Dario Argento, a Las brujas de Eastwick (The Witches of Eastwick, 1987) de George Miller y La bruja (The Witch, 2015) de Robert Eggers. “En la escuela aprendí sobre las mujeres que fueron asesinadas durante el Medioevo en los juicios de brujería. Algunas eran curanderas y matronas, algunas habían perdido la cabeza. Hace tres años di a luz a mi hijo, un mes después estaba ingresando a una institución psiquiátrica. Es escalofriante darme cuenta que si hubiese vivido en ese entonces, me hubieran considerado diabólica. Una bruja”, dice la directora, fascinada con la iconografía de las brujas desde su infancia, construyendo un relato de profunda sensibilidad. 

Una de las principales intenciones de Witches es desromantizar la maternidad como una etapa dichosa para cualquier mujer. Lo pone sobre la mesa y disecciona en sus dimensiones más ocultas y brutalmente imperfectas, en donde también existen angustia, pánico y todo tiempo de pensamientos intrusivos cargados de oscuridad en relación a les hijes. Sankey disuelve con precisión quirúrgica el espejismo de la maternidad inmaculada poniendo el foco en la salud mental de las mujeres. La depresión, ansiedad y hasta psicosis posparto son algo más usual de lo que parece, aunque desde la medicina se lo continúe considerando como tema menor o simplemente una etapa que ya va a pasar

Volviendo a Federici, la pensadora sostiene de forma optimista: “Pero estamos recuperando nuestra sabiduría. Como dijo una mujer hace poco en un encuentro sobre el significado de la brujería, la magia es que ‘nosotras sabemos que sabemos’”. Es posible hacerle frente a las vulnerabilidades y transitar la oscuridad tan propia de la condición humana y que las mujeres madres también tienen derecho a que esas emociones no se les sean negadas. La directora invita a abrazar esas oscuridades y conectar con la bruja interior, esa misma que se encuentra con otras tantas, afirmando: “Toda mujer es bruja, y toda bruja necesita un aquelarre”.

 

∆ {Curaduría por Equipo Circular}

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