sábado, 2 de noviembre de 2024
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¿Quiénes hablan de suicidio?

Lo que circula socialmente sobre el suicidio puede ser peligroso culturalmente.

[Problemáticas sociales]

•×Ana Paula Alegre 

© Fotos Circular

El periodista, escritor y actor de teatro argentino, Enrique Symns, una madrugada llamó por teléfono a Tom Lupo: “José Sbarra tiene un arma y se quiere matar”. Corrían los noventas y Symns pensó que Lupo, por ser psicólogo, lo podía ayudar. Quienes recuperaron esta anécdota, dicen que Lupo llegó al edificio donde estaba Sbarra y para persuadirlo le cuenta la historia de un suicida en la película Confidencias, de Luchino Visconti: `Sbarra se conmueve, suelta el revólver y abraza a quien, sin entender cómo, le salvó la vida´.

“Por un lado, el conjunto de suicidios cometidos en una sociedad en un cierto período de tiempo constituye en sí mismo un hecho nuevo, distinto de cada suicidio individual y la naturaleza de ese hecho es eminentemente social; por otro lado, las causas de los suicidios están antes afuera que dentro de cada uno de nosotros”, afirma en una formidable provocación intelectual Émile Durkheim en su libro “El Suicidio”.

En el Departamento Colón, Entre Ríos, no hay estadísticas oficiales ni datos que muestren la tasa de suicidios. Sin embargo, son cada vez más. Estos números son de lo que menos se habló durante el último mes: seis personas decidieron ponerle fin al dolor y cortaron el aire. Y una especie de asfixia, angustia, trago amargo, dolor, conmoción, azotó  con todo las casas, clubes, grupos de amigas y amigos, calles, escuelas, familias; medios de comunicación. La opinión pública está consternada por los suicidios y casos de adolescentes que tomaron la trágica decisión de terminar con su propia vida. La problemática del suicidio se encuentra entre las tres primeras causas mundiales de muerte en personas de entre 15 y 44 años. Lo irreparable de esas pérdidas humanas, cala y conmueve a la par que genera una gran preocupación. 

Cuando se habla de la muerte violenta en este Departamento y en todo Entre Ríos, primeramente se apunta a la cifra de homicidios dolosos, pero esta tasa está descendiendo desde hace años. Mientras que los suicidios la abultan y es esta advertencia, tal vez, la que impulsa la necesidad de correr el foco. 

Desde una perspectiva individual y social, dialogamos con el psicólogo y psicoanalista formado en UNR, Federico Guiot, sobre las razones y problemáticas en torno al suicidio con el fin de abrir una conversación pública que rompa tabúes en los ámbitos sociales e institucionales. 

-Cuando observamos un número notable de suicidios en una comunidad determinada, ¿debemos considerarlos como un hecho social que responde a la geografía del lugar? ¿Este dato puede ser leído como un factor determinante?

-Federico Guiot (FG): Creo que de algún modo todo fenómeno ya sea social o psíquico no se lo puede, o creo que sería erróneo, separarlo de la época. De hecho así como lo mencionás, me hace acordar a Durkheim: él tiene la idea de que todo hecho social, tiene una función para la sociedad, si no tuviese esa función no sería un hecho social. Respecto al suicidio señala que tiene la misión de algún modo de transmitir cuál es el humor general de esa sociedad (en particular).

Volviendo a la pregunta, yo diría que sí, en el sentido de que la geografía está necesariamente atravesada por los discursos de la época. Por ejemplo, podríamos decir entonces que no es el mismo modo de habitar la realidad para un colonense que para un africano. Pero también es cierto, que hay que contar otro tipo de cuestiones importantes para que se lleve a cabo un suicidio, por ejemplo, que ante una misma situación traumática compartida por varias personas, entender por qué algunas de ellas se suicidan. Tras el atentado a las Torres Gemelas algunas personas se han despertado con la idea y tras haberse salvado del atentado, toman la decisión de saltar desde una ventana y morir de ese modo. Al mismo tiempo, esto no le pasa a todos y por eso me parece que tiene que ver con un  factor de esa persona en particular, por eso vale la pena analizarlo.

-Entonces ¿existe una predisposición patológica en la toma de esta determinación?

-FG: En líneas generales podríamos decirlo de ese modo, también es cierto que muchas veces el suicidio termina siendo algo sorpresivo, aparece en personas de las cuales uno no lo hubiera esperado. En este sentido, por contradictoria que pueda parecer la idea hay que considerar, en principio, que muchas veces el suicidio es un pasaje al acto que no es sin la idea de cierto alivio para esa persona. Deberíamos suponer ahí que la persona habita un mundo que ya no es habitable para él y bueno, desde allí este pasaje.

-¿Y para quién es un problema el suicidio?

-FG: Es un problema para todos. Pensándolo desde la perspectiva del psicoanálisis y si se quiere lo que yo interpreto como la finalidad del análisis -entendiendo que frente a esa cuota de sufrimiento se acota para esa persona- la idea sería que la vida sea un espacio habitable para esa persona, acorde a determinadas modalidades del deseo. Entonces me parece que la pregunta podría ser: ¿qué pasó con él o con ella que ya no pudo habitar el mundo?, ¿qué pasó con su familia?, ¿con sus amigos? 

-¿Es prevenible el suicidio? ¿Desde qué lugar hay que trabajar? Por ejemplo,  ¿qué lugar ocupan los afectos, las redes que ofrece pertenecer a una comunidad? En síntesis, ¿se puede salvar una vida? 

-FG: Jamás podría hacer una tesis universal sobre este tema, por lo que mencionaba, y es que se debe a varias cuestiones. Diría que la ideación suicida es algo más general de lo que, tal vez, estemos dispuestos a aceptar. Una gran mayoría de las personas ha pensado en esta idea que, por suerte, ocurre en menor medida el pasaje al acto, que la ideación.  Estoy hablando del pensamiento suicida, como le llaman comúnmente. Ahora bien, respecto a la prevención del suicidio sucede que muchas veces es algo sumamente sorpresivo para la familia y en muchos casos, te podría decir que lo que se menciona es que “jamás hubiese pensado que este familiar fuera a hacer esto”, o que, “de hecho se lo veía muy feliz, en el trabajo, en su vida amorosa iba bien, sin embargo sucedió esto”. Entonces, hay una cuota no prevenible. Sin embargo, otras veces el suicidio no es una sorpresa y deberíamos diferenciar lo que es un pasaje al acto, de un activo. En el pasaje al acto, la persona directamente salta de la escena, esto suele ser muy común, la persona que se arroja al vacío. En cambio, la persona que construye una escena para que sea observado por otro -cuando se produce la observación por el otro es dónde se puede producir la salvación-, puede que la intención sea montarla para ser salvado por ese otro y que ese otro no llegue a tiempo, que no sea capaz de leer el mensaje y de ese modo se termina produciendo el suicidio.

-Los datos nos muestran una mayor cantidad de suicidios de varones en contraposición a los números de casos representados por mujeres. ¿Crees que esto responde a algo tiene que ver con una construcción cultural del patriarcado, de la masculinidad, de los mandatos, del lenguaje de las emociones en los hombres?

-FG: Puede tener relación con el machismo. Me parece que en ese sentido, un suicidio, se podría producir, por ejemplo, cuando algo de la habilidad de esa persona se vea afectada de tal modo que sea imposible para esa persona continuar con su vida.

-Y en cuanto a la prevención ¿desde qué edad empezamos a hablar de salud mental? ¿Cuáles son las cuestiones emocionales o psicológicas que debemos reforzar, por ejemplo, en las infancias? ¿Qué alarmas debemos tener encendidas como mapadres, familiares, amigos/as?

-FG: Insisto en que hay cierta  dimensión desde el suicidio que es imprevisible, por supuesto que me parece espectacular que existan campañas para poder habitar el mundo, que no resulta si uno no siente ser importante al menos para una persona. Entonces, creo que estas redes de contención que pueden ser familiares, amigos, instituciones, le permiten a esa persona tener un lazo que implica continuar a pesar de un dolor. 

-También es importante no subestimar la palabra cuando se habla de las emociones o los sentires, ¿no?

-FG: Salir de la depresión no es un acto de voluntad sino que depende de la intervención de un profesional, aunque se diga lo contrario. Hay una idea que se transmite de que la persona está mal porque quiere estar así, y no lo elige claro, nadie disfruta estar mal, esta es una idea sumamente contradictoria. Muchas veces sucede que se escucha con claridad cómo una persona dice que está mal y no se le cree, sin embargo, en esa escucha se pueden detectar cuestiones notorias en las facciones, en la cara de la persona, y en psiquiatría aparece lo que es el símbolo Omega: la boca y los ojos para abajo. Es decir, se nota en el rostro. Hay algo del orden del deseo que no está funcionando bien. 

La depresión no es un malestar del cual se salga por las vías de la voluntad y tampoco es cierto cuando se dice que el que está mal, está mal porque quiere. En este punto hay que contemplar la idea de que efectivamente hay un sufrimiento para la persona. La práctica psicoanalítica no se puede llevar a cabo si no se va teniendo en cuenta todo lo contextual que el paciente vaya contando. 

Esta cuestión del deseo hay que pensarla no sólo en relación a nosotros mismos, sino también a los  otros -semejantes- y al Otro. Lacan dice: hemos nacido de palabras. Es decir, cada uno de nosotros estamos atravesados por un discurso. Para Lacan, el inconsciente es los efectos de la palabra del Otro sobre el sujeto. Con Otro no nos referimos a una persona en particular, sino a todas las cuestiones discursivas – simbólicas- que nos atraviesan. Son los efectos de la palabra del Otro sobre el sujeto lo que determina una transmisión deseante, si bien en otras ocasiones esto no ocurre.

Hablábamos anteriormente sobre las geografías, y ésta también es simbólica: no es solamente el paisaje o el lugar donde vivimos, sino la construcción que se hace de ello. 

Entonces en el proceso de la dirección de la cura resulta fundamental que se aborde todo el contexto de la persona que está consultando. Y esto aplica para toda práctica psicoanalítica, más allá de esta que estamos abordando acá puntualmente. 

-Sobre el suicidio en la adolescencia, ¿qué tenemos que saber? ¿Qué hay que considerar para despejarlo de los comportamientos de rebeldía e impulsividad?

-FG: Insistiría con la pregunta: ¿de qué sufre? Porque si no se podría ser injusto con un niño en esa etapa, o el sentido del hecho de la rebeldía. Me preguntaría: ¿esta rebeldía es una respuesta?, ¿qué cosa le afecta?, ¿qué pasa en su casa? De ahí que es muy importante, cuando se trabaja con niños o adolescentes, la entrevista con los padres. Eso ayuda muchísimo a saber la sintomatología del niño o la adolescente.

-¿La carga genética de un linaje, por ejemplo suicida, es determinante?

-FG: Yo diría que hay una carga de transmisión y que puede ir de generación en generación. Pero esto puede llevar a la confusión en cuanto a decir que es genético, son los traumas, tomémoslo de este modo. Me parece que se comete un error cuando se toma que el padecimiento subjetivo es transmitido del mismo modo en que son transmitidas las enfermedades. Ya que sabemos que las enfermedades se pueden transmitir genéticamente de modo tal que un hijo podría tener la misma enfermedad médica que el padre y que esto se pueda corroborar efectivamente, mediante un estudio. Ahora bien, podemos encontrar casos de familias donde un hijo se suicidó, un padre suicidó. Esos casos, existen. Pero no lo plantearía como una transmisión genética, sino más bien dentro del orden del lenguaje. 

Un llamado a construir proyectos de vida

Desde la filosofía, Ciorán (En las cimas de la desesperación, Barcelona, ed. Tusquets, 1991) proclama que lo importante en el suicidio lo constituye el hecho no poder vivir más –así– debido al desencadenamiento de una terrible tragedia interior. También les adjudica a los que viven en esta condición la creencia de que detentan el monopolio del sufrimiento, certeros de la percepción de lo absoluto de su tormento. Lejos de volverse un ademán estético, escribir sobre el suicidio no debería ser otra cosa que un intento por el derecho a soñar y tener proyectos de vida en una misma comunidad habitable y vivible. Por eso, necesitamos políticas públicas que coloquen a la salud mental en el centro de la escena, y reconozcan la situación de vulnerabilidad que representa vivir en nuestra región. 

Sobrevivientes y fundaciones llaman a nuestra sociedad a no minimizar el fenómeno de quitarse la vida. A no deshumanizarnos en un país que enfrenta una profunda crisis de salud mental y de la emocionalidad. Clubes, instituciones, establecimientos educativos, y unos pocos organismos que aún cuentan con gabinetes psicopedagógicos de primer nivel, trabajan ajenos a los conflictos sociales. ¿Qué hacemos para atender este profundo desamparo? Vivimos en tiempos de hiperconectividad pero hay terribles soledades y cuando un joven, o una adulta, tiene ideas sobre quitarse la vida, parte de la sensación avasallante que lo inunda es que su sufrimiento no tiene remedio. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) adjudica el lugar de construcción y consolidación de las redes sociales en la enunciación, como parte de los factores importantes en los procesos de protección. 

El suicidio se previene y está atravesado por una amplia gama de factores, incluyendo aspectos psicológicos, sociales, culturales y medioambientales. Nunca es el resultado de una única causa, y reducirlo a explicaciones simplistas, como “por una pena de amor”, “traumas de la infancia” o “por problemas económicos” es inadecuado y perjudicial. Los aumentos de la tasa de suicidios en nuestra región confirman el extravío y la desesperación de una buena parte de la humanidad, esa que se siente fuera de todo. Es preciso y urgente entonces, crear una nueva dimensión del afecto para evitar que tantas personas no le encuentren sentido al mundo, despidiéndose de él. La mayoría de las y los adolescentes no quieren morirse ni enterrar a sus pares. Solo que a veces, como bien sabemos, estar vivos cuesta mucho y no sabemos muy bien cómo hacerlo. Quizás nosotros y nosotras podamos ser un Symns o un Lupo para un José Sbarra que espera una nueva oportunidad para repensar su lugar en el mundo.  

∆ {Curaduría por Equipo Circular}

 

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