En la búsqueda de revertir la crueldad
Dejar de fingir demencia y construir empatía también es político.
[Pensares y algo más]
•×Clara Chauvín
© Fotos Clara Chauvín
“Fingir demencia” es una expresión muy usada por estos días, casi con un tono irónico o sarcástico. Se la podría definir como el acto deliberado que intenta ignorar una realidad que no se puede tolerar. Desarmemos esto por un momento: de acuerdo a la ciencia, la demencia es “la alteración de la capacidad para recordar, pensar o tomar decisiones, que interfiere en la realización de las actividades de la vida diaria”. Si a esto le sumamos la acción de “fingir” es porque existe una decisión consciente de aparentar algo que no es tal. No hay demencia, se está actuando como sí porque a veces esa realidad que tenemos frente es tan nociva que hasta nos impide respirar.
Entonces ¿cómo definir a esa realidad que estamos transitando y hace que queramos fingir demencia? Crueldad es una palabra que se me viene a la mente y que es muy mencionada por estos días. Crueldad suena a “crudo” y rápidamente nos remite a sangre, a una herida abierta y en carne viva. Y en tanto esa herida esté expuesta y sangrando, la crueldad se personifica en quien la observa, y además lo celebra. O lo que es peor aún: lo ignora porque no le importa o no considera que sea tan importante, un rasgo que tanto nos recuerda a tiempos de dictadura militar cuando se repetía el infame “algo habrán hecho”, y así seguir como si nada malo estuviera pasando.
La deshumanización frente al sufrimiento de les otres es una de las grandes tragedias. En tiempos de un sobreexceso de la cultura de la buena vibra, el coaching y la autoayuda con su bombardeo de mensajes de que sólo vos podés lograrlo, mientras de forma paralela crecen teorías conspirativas, terraplanistas y antivacunas, todo ha representado en un caldo de cultivo para el despertar de una nueva derecha reaccionaria en todo el mundo y que en Argentina es encarnada en la figura de Javier Milei. Con motosierra en mano, ha desatado una política de la crueldad que nos obliga a tener que soportar cada vez mayores extremos de malicia que se terminan normalizando. Rita Segato explica: “La repetición de la violencia produce un efecto de normalización de un paisaje de crueldad y, con esto, promueve en la gente los bajos umbrales de empatía indispensables para la empresa predadora. La crueldad habitual es directamente proporcional a formas de gozo narcísico y consumista, y al aislamiento de los ciudadanos mediante su desensitización al sufrimiento de los otros (1)”.
El odio que contagia
El cierre de la agencia estatal de noticias TÉLAM fue una de las grandes promesas de campaña que Milei cumplió a poco de haber asumido como presidente. “Saluden a TÉLAM que se va” twitteaba con gran regocijo el vocero presidencial Manuel Adorni mientras 700 trabajadores quedaban sin empleo. Incluso un diminuto grupo de jóvenes varones militantes defensores del gobierno se fueron hasta la puerta de la agencia a festejar los despidos con un cartel que decía “CHAU GASTO INÚTUL. GRACIAS MILEI”. Algunos portaban la bandera amarilla de Gadsden, la cual tiene en su centro el dibujo de una serpiente cascabel en posición de ataque y debajo la leyenda “Dont tread on me” (sic), cuya traducción sería “No me pisotees”, símbolo estadounidense del liberalismo anti Estado pero que actualmente es utilizada por grupos neonazis y supremacistas blancos.
El odio se reproduce y se multiplica con efecto contagio y así Milei fue ganando adeptos desde que comenzó como un panelista de televisión que gritaba e insultaba con violencia sus ideas “anarcocapitalistas” en contra del Estado y de cualquier lucha social a favor de la ampliación de derechos. En pocos años, y gracias a esa imagen mediática de rebelde de cotillón, logró posicionarse como candidato y ganar las elecciones presidenciales de 2023, “El jefe de Estado habla de una batalla. De la batalla cultural. No creo que lo que hace se trate de una batalla cultural. El modo en que lo plantea carece del desarrollo conceptual necesario para poder dar una batalla ideológica y cultural. Esto implicaría discutir. Y él no lo hace. Él grita ‘AFUERA’, y listo. Él descarga su bronca. Y suscita la adhesión que tendría cualquiera que tenga ‘esa’ bronca. La adhesión que obtiene proviene menos de una batalla ideológica- cultural, que sobre la captación de un cúmulo de bronca, y la descarga violenta de esa bronca (2)”, sostiene el escritor y docente Martín Kohan.
Como buen fascista de manual que entiende que para llegar y perpetuarse en el poder es necesario construir un enemigo, el libertario dice “Los zurdos” como categoría para nuclear a todos los sujetos de su odio: militantes de izquierda, peronistas, sindicalistas, feministas, colectivos LGBTIQ+, periodistas, activistas, referentes sociales, ambientalistas, artistas y cualquiera que exprese algún tipo de idea contraria a su pensamiento. Una política destructiva y revanchista, con el odio como principal motor el cual, define la escritora Sara Ahmed, es un “vínculo negativo con otro que uno desea expulsar” y que produce “efectos en los cuerpos de quienes se convierten en sus objetos; dichos cuerpos se ven afectados por el odio que otros dirigen hacia ellos”. El odio es un medio para establecer la identidad de los sujetos y agruparlos de acuerdo a dicha catalogación, pero también “funciona para deshacer el mundo del otro a través del dolor (3)”.
Hace pocos días se hizo viral en redes sociales un video donde un grupo de adolescentes varones “jugaban” a la dictadura militar con un Falcon verde, emulando a ser militares que realizaban secuestros. Genera estupor y hasta escalofríos observar la forma en que uno de los hechos más oscuros de nuestra historia es absolutamente banalizado, pero más aún preocupa cómo gran parte de las juventudes (quienes fueron una importante base de los votantes de Milei) son un reflejo del resultado más devastador de un individualismo despojado de historicidad. En el año en que se conmemoró el 40° aniversario de la restitución democrática, en el país del Nunca Más, de los juicios a las juntas militares, de la primera ley de matrimonio igualitario de Latinoamérica, del Ni Una Menos y la ola verde ¿Cómo es que un autoproclamado Terminator que viene del futuro y se mete como un topo a destruir el Estado desde adentro, gana una elección presidencial?
Hablar de política
El descontento popular tras sucesivos gobiernos que no lograron responder de forma efectiva a las necesidades de gran parte de la población, generaron aún mayor rabia a muchos sectores excluidos que, enojados con la política, decidieron poner su voto en una figura aparentemente disruptiva. Pero las desigualdades se siguieron profundizando aún más con salarios congelados, la destrucción de las pymes, un desempleo en crecimiento incesante, alquileres impagables, represión y la demolición del Estado y de cualquier tipo de política pública que daba algún tipo de respuesta a reclamos que las luchas sociales llevaron a las calles. En su show matutino, el vocero Adorni diariamente informa la cantidad de despidos en áreas estatales como un gran logro de gobierno y hasta no tiene inconvenientes en utilizar la palabra eliminación. Con absoluta frialdad tira números y cifras, sin reparar en ningún momento del verdadero drama: miles de personas no tienen trabajo. En redes sociales, trolls y hasta personas que todavía depositan ciertas esperanzas en este gobierno, celebran esos despidos aunque eso no les signifique ningún tipo de reparación y también sean sujetos de este ajuste despiadado. Mientras tanto, partidos políticos de la oposición y sus referentes coinciden que es necesario hacer una autocrítica, pero hasta el momento nadie la hizo.
En la jornada de tratamiento de la Ley Bases en el Senado, miles de personas se manifestaron frente al Congreso en repudio de la aprobación de una ley que sólo traerá grandes beneficios a los sectores más poderosos -esos a los cuales nunca se les ha tocado ninguno de sus privilegios- a costa de la clase trabajadora. La represión policial fue feroz con gases y balas de goma y se detuvieron a 33 personas al voleo, algunas de ellas ni siquiera estaban participando de la manifestación. La policía sostuvo que las personas estaban tirando piedras pero tampoco existieron pruebas que respalden esos testimonios, de igual forma el gobierno rápidamente calificó a los detenidos de “terroristas” y de “alzarse contra el orden institucional”. Según expresaron algunas de esas personas, vivieron una verdadera odisea de violencia y escarmiento policial. Otra de las más viejas lecciones de fascismo: mostrar poder por medio de la violencia como una forma de aleccionar a toda una sociedad.
Estigmatizar la militancia no es cosa nueva. Política se ha convertido en una mala palabra y el gobierno de LLA ha sabido construir una narrativa que la iguala a un acto terrorista. Poner el cuerpo a una lucha política lleva siglos de historia en nuestro país y muchas personas han entregado su vida para que hoy podamos vivir en democracia. Pero tristemente esa historia parece estar diluyéndose en medio de la lógica del scroll que hace perder de vista los contextos. En palabras de Rodolfo Walsh: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas (4)”.
Para dejar de fingir demencia hay que hablar de política ya que implica poner en palabras una realidad que merece ser mencionada, cuestionada, diseccionada en todas sus partes. Llevar la política a la conversación de la vida cotidiana y despojarla del sesgo de corrupción y maldad que muchos le han volcado; recuperarla y entenderla como herramienta de cambio activo para alcanzar vidas más vivibles e inherente a los vínculos sociales que necesitan repararse de forma urgente ante tanta crueldad. En tiempos donde se festeja la desdicha del otro, buscar la empatía perdida y construir nuevos lazos de solidaridad es revolucionario porque significa que se piensa en términos colectivos y esa siempre será la punta de lanza para las transformaciones sociales. Es por ello que Segato propone una contra-pedagogía de la crueldad que se base en un “proyecto histórico de los vínculos” que “insta a la reciprocidad, que produce comunidad” para trabajar “la conciencia de que solamente un mundo vincular y comunitario pone límites a la cosificación de la vida (5)”.
Este artículo no tiene todas las respuestas, por eso el título dice “En búsqueda…” y se escribe en medio de la incertidumbre que genera un presente donde es cada vez más difícil llegar a fin de mes y la crueldad es tan recurrente que se hace palpable. Habitamos tiempos en que un gobierno inculca y legitima el miedo a la participación política hasta el punto de que parezca vergonzoso. Entonces, qué mejor que recuperar una frase de Carlos Jauregui, uno de los grandes luchadores de nuestra historia argentina: “En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”. Que tu identidad política también sea un orgullo.
∆ {Curaduría por Equipo Circular}