Yendo de la cama al living
El ciclo del duelo y la posibilidad de buscar una reparación.
[Crítica de cine]
•×Clara Chauvín
© Fotos film All of us strangers
La muerte forma parte de la vida, se suele decir. Es quizás la certeza más absoluta que tenemos, la finitud de la vida, ya sea la nuestra o la de quienes nos rodean. No obstante, ¿por qué cuesta poner en palabras esas sensaciones? Todas las personas en alguna etapa de la vida hemos perdido a algún ser querido y ése duelo nos atraviesa de diversas formas, tantas como seres hay en el mundo. Ya sea por esa desaparición física irremediable, o quizás el saber que siempre quedan cosas por decir, lo cierto es que no existen manuales para afrontar la continuidad de la vida frente a una ausencia que se siente hasta en los más pequeños detalles. Habitar la tristeza que nos paraliza mientras el mundo sigue girando.
En su ensayo Sobre el duelo, la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie relata su pesar frente al fallecimiento de su padre en plena pandemia del Covid 19: “Mi rabia me asusta, mi miedo me asusta, y en algún lugar también siento vergüenza: ¿por qué siento tanta rabia y tanto miedo? Me da miedo acostarme y despertarme; me da miedo el día de mañana y todos los que le seguirán. Me embarga un pasmo lleno de incredulidad porque el cartero sigue viniendo como siempre y la gente me invita a hablar en sitios y en la pantalla móvil continúan apareciendo noticias ¿Cómo es que el mundo sigue adelante, respirando inmutable, mientras mi alma sufre una dispersión permanente?”.
Las tramas que se entrecruzan en torno al duelo son contadas con gran sensibilidad en Todos somos extraños (All of us strangers), película británica dirigida por Andrew Haigh y basada en la novela japonesa Extraños de Taichi Yamada. La historia se desarrolla con dos subtramas que corren en paralelo. El protagonista es Adam (Andrew Scott en una actuación inolvidable), escritor de un poco más de 40 años inmerso en una visible depresión, que deambula en su departamento en Londres mientras intenta avanzar, con muy poca inspiración, en un guion sobre la historia de sus padres quienes murieron cuando tenía apenas 11 años. Mientras se sumerge en fotos familiares y música de los ‘80 como Frankie goes to Hollywood o Pet Shop Boys, una noche la alarma del edificio suena y Adam se dirige hacia la calle. Desde allí observa las ventanas de los otros departamentos que parecieran vacíos, excepto por uno donde un joven lo está observando.
Cuando Adam vuelve a su departamento, alguien llama a la puerta. Harry (Paul Mescal), ese mismo joven veinteañero que observaba por la ventana, aparece algo borracho, con una botella de whisky en la mano, pero tan descaradamente seductor que parece hechizarlo. Aunque en principio Adam no cae en esa seducción, los vecinos volverán a cruzarse hasta inevitablemente iniciar un romance que lo sacará de su vida aislada y solitaria. Los cuerpos se encuentran y electrifican, la ternura y el erotismo en la química entre Scott y Mescal no es algo que suela verse con frecuencia en el cine contemporáneo.
Por otro lado, mientras sigue con el trabajo de escritura del guion, Adam toma un tren hacia su hogar familiar en Croydon. Sorpresivamente, allí se encuentra con sus padres fallecidos (Claire Foy y Jamie Bell), quienes tienen la misma edad de su hijo pero dentro de esa casa donde el tiempo se detuvo en 1987, el año en que trágicamente murieron en un accidente automovilístico. Con el paso de los días, nuestro protagonista seguirá visitándolos, teniendo todas esas conversaciones pendientes después de tantos años: su vida en Londres, su carrera como escritor y, claro, su sexualidad, sorprendiendo a la madre quien se preguntaba si ya se había casado y tenido hijos. Logrando esa tan necesaria “salida del clóset” con su familia, que Adam nunca tuvo la oportunidad de hacer.
Aunque no se trate de una autobiografía, la película es una de las más personales de Haigh ya que las escenas de Adam con sus padres fueron filmadas en el hogar de la infancia del director. Pero también por lo que significó crecer entre las décadas de los ‘80 y ‘90 siendo gay, cuando aún existían muchísimos estigmas, en especial vinculados al HIV. Respecto a esas escenas del protagonista con sus padres, el realizador comentó en una entrevista para la revista Rolling Stone: “Siento que, para muchas personas queer, esas conversaciones fueron un trauma por el que tuvieron que pasar. Es muy fácil pretender que no fue así, pero para muchos de nosotros lo fue. Fue algo muy difícil, especialmente en los años 80 y 90, pero incluso hoy en día; no pretendamos que sea perfecto para todos ahora. Creo que es algo muy difícil no ser como tus padres cuando eres un niño; sentir que tus padres son fundamentalmente diferentes a ti. Quería explorar eso en la historia, pero también cómo nos sentíamos en ese entonces cuando sabíamos que teníamos que decirle a la gente quiénes éramos; eso todavía está dentro de nosotros. Lo mantenemos dentro de nosotros. No desaparece de repente cuando sales del clóset; siempre está ahí y encuentra formas de filtrarse”.
Todos somos extraños se zambulle en la emotividad que conlleva transitar las dimensiones más intrínsecas de la humanidad: el amor y el deseo, la vida y la muerte, sin necesidad de caer en lugares trillados o cursis del melodrama o buscar un mensaje de autoayuda.
La película nos permite abrir varios interrogantes: ¿Los padres regresaron como fantasmas? ¿Son visiones? ¿Adam hace un viaje en el tiempo? ¿Son simplemente hechos que transcurren en la imaginación de un escritor? Pero que dichas preguntas sean respondidas no es importante para entender la historia. Cualquiera sean las razones, el duelo de Adam necesitaba ese reencuentro que sirva de reparación ante el ineludible dolor.
Aunque no sea explicado en la película, podemos suponer que probablemente pasó por muchos otros momentos duros a lo largo de su vida tras ese hecho fatal que lo marcó para siempre. Una mochila pesada de la que a veces necesitamos deshacernos, al menos por un rato, y volver al retoño donde sea posible sentirnos a salvo del mundo hostil que nos aprisiona.
Todos somos extraños puede encontrarse en la plataforma de Disney+