“Necesitamos un vocabulario donde se puedan contrastar los dichos que instalan las políticas de la mano dura”
Armas, delitos y estereotipos de inseguridad: el relato de la derecha.
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×Andrea Sosa Alfonzo
[Armas no es igual a seguridad]
©Ilus de Nadia Sur
Política criminal y Derechos Humanos son ejes que cruzan debates en Argentina sobre cómo leemos lo que conocemos como “inseguridad”, cuáles son los sentidos que aparecen tras el imaginario del “pibe chorro” y cómo de-construimos toda una narrativa punitivista en pos de un modelo de desarrollo social inclusivo.
Las dimensiones políticas, económicas y culturales aparecen como claves de lectura cuando se analizan los datos sobre criminología, tipos de delitos, funcionamiento de las penas y del sistema carcelario. En un escenario electoral como el que tuvimos este año, también fueron ejes que se caldearon con las definiciones políticas de Javier Milei cuando propuso la libre circulación y portación de armas por parte de la población civil, asi como la militarización y la ampliación del accionar de las Fuerzas de Seguridad para “combatir el delito”.
Sobre estas dimensiones dialogamos con Mariano D’Ambrosio, especialista en Criminología y Derecho Penal, para pensar los límites sobre las narrativas, lo que aún no se ha implementado en Argentina en cuanto a avances de la comunidad científica, y por qué el uso indiscriminado de armas en una sociedad es un camino de ida.
-¿Cuáles son los principales avances y desafíos en Argentina en materia de seguridad y criminología?
-Hay mucho avance en el tema, en las áreas de investigación y académica. Cuando empecé a estudiar estos temas, hace más o menos 25 años, éste éramos diez personas. En cambio, ahora voy a lugares donde hacen cosas increíbles y no conozco a nadie. Entonces, en cualquier lugar de Argentina hay un montón de maestrías, institutos de investigación y observatorios estudiando esto. Y se produce mucha investigación muy interesante. Incluso se han creado carreras de Seguridad Ciudadana, o Criminología. Me acuerdo cuando era estudiante de Criminología, la primer cohorte en toda Latinoamérica, te estoy hablando del sería muy increíble en los años 2000-2002 que terminamos y ahora hay un montón y la 2002. Esto es lo que podemos rescatar en cuanto al aspecto positivo.
En cuando al aspecto negativo, lo que nos falta es que toda esa información y ese trabajo de investigación que entiendo como un avance en el área académica junto a muchos libros que se están traduciendo, llegue a la práctica, es decir a la gestión. Resta todavía armar un vocabulario que atraiga a la política y a la ciudadanía. Porque en cambio, lo que ocurre, es que sigue siendo una cosa mediática: un discurso fácil, estereotipado y sin demasiado pensamiento. No es algo exclusivo de este ámbito, sino que es una práctica que ocurre en relación a otros temas también. Sin embargo, ya que tenemos realizado mucho trabajo empírico y aunque no hayamos alcanzamos una panacea, podríamos haber logrado que estuvieran al mando personas en la gestión con esas capacidades. Pero sigue siendo todo muy improvisado y ante cualquier cuestión que se vuelve mediática, todo el mundo baja la cabeza y: `Bueno, no queda otra que decir esto´.
En cambio, necesitamos un vocabulario donde se puedan contrastar los dichos que instalan las políticas de la mano dura. Principalmente porque son políticas que no funcionan, nunca funcionaron y así y todo, siguen teniendo mucha fuerza simbólica en nuestra sociedad.
-El Presidente electo, Javier Milei, plantea en su programa político la opción de la libre portación de armas, algo que abre un escenario inédito en nuestro país. ¿Cómo afectarían este tipo de propuestas la gestión de la conflictividad social y de la propia ciudadanía en sus interacciones sociales?
-Es un tema de una extremísima gravedad. Creo que realmente habría que evitar avances en este tema, de todas las maneras posibles, porque son caminos no sólo muy peligrosos sino que además, muy difíciles de retrotraer. Una vez que vos pones las armas en manos de la gente, ya después es muy difícil volver atrás con eso. En todos los países que lo han hecho ha sido complicado, el último fue Brasil. En la etapa de Bolsonaro no se permitió, como sí lo hizo Estados Unidos que todo el mundo pueda comprar armas en el supermercado, pero en cambio se habilitó el uso de una enorme cantidad de armas en la sociedad civil. Luego, eso se nota en los resultados. En Argentina, sería muy grave. Por un lado, porque tenemos una larga historia de prohibición de las armas de fuego para la población civil. Y por otro, porque ha fallado en todos los lugares donde se implementó. Uno de los pocos números serios sobre el delito de cifra blanca –es el delito que se puede contabilizar- son los homicidios y los robos de autos, que por sus características, son más difíciles de ocultar o dejar de denunciar. Para el resto de los delitos, nunca se sabe qué cantidad de robos hay, qué cantidad de hurtos, o qué cantidad de violaciones, porque en estos casos, no se denuncian todas. En cambio, los homicidios sí se denuncian y los robos de autos, también.
Uno de los temas importantes para pensar el uso de armas de fuego en los casos de homicidios, es que desde hace quince años e incluso un poco más, la Corte viene haciendo un trabajo muy interesante de sistematización acerca de cómo son los delitos dolosos en la Argentina. Y es impresionante, porque la cifra en este período muestra que entre el 62% y 67% de los homicidios dolosos en la Argentina, son entre personas que se conocen. Una cifra muy impresionante pensando en esta idea de que la gente porte armas, porque pensemos en este dato: si hoy por hoy los homicidios son entre personas que se conocen, quiere decir que los conflictos interpersonales, hoy mismo, se resuelven de esa manera. Imaginemos si a ese problema, le agregamos armas de portación libre. Sin dudas, sería muchísimo más grave y una locura. Y no podemos dejar que eso llegue. Hay que hay que pararlo antes de cualquier manera, y hacer las movilizaciones sociales que haga falta. Al mismo tiempo, creo que esta idea –sobre la circulación de armas civiles- no está tan impregnada en las personas.
-¿Y qué efectos tendría una medida de este tipo en el rol de las Fuerzas de Seguridad y la posibilidad de una militarización de las mismas?
-Esto es algo que apareció en la agenda de casi todas las fuerzas políticas y principalmente en la de Milei: esta idea de utilizar las Fuerzas Armadas en la cuestión de la seguridad del delito. Sería otra locura. Y es muy impresionante cómo se ha ido corriendo ese límite, un acuerdo que duró incluso hasta mucho después del 2001. El acuerdo consiste en que los militares no participen en cuestiones internas, y en cuestiones de Seguridad. Y si me preguntas, esto le haría mucho daño a los militares y por supuesto, a la Seguridad.
Fue bastante impactante durante el Gobierno de Macri cómo intentaron avanzar en esta cuestión, y el radicalismo, que era parte de su gobierno, no hizo nada. Lo menciono porque fue el radicalismo, precisamente, quienes hicieron esas leyes sobre Seguridad Interior. Desde este punto de vista, me impactó mucho por aquel entonces que el radicalismo no reaccione ante eso. Igualmente, desde el Gobierno de Macri no lo lograron cambiarlo del todo y por suerte después se volvió atrás, pero todo el tiempo ronda esta idea.
Obviamente es algo que utiliza la derecha en Centroamérica, por ejemplo el Presidente de El Salvador, Nayib Bukele. También en Brasil, ¿no? En Brasil hay policía militarizada. Nosotros sabemos las consecuencias de eso y es de una extrema gravedad, porque es un acuerdo democrático, y uno de los más importantes que tenemos. Si no recuerdo mal, dos presidentes distintos fueron modificando esa ley hasta que quedó realmente muy en claro que era un acuerdo básico. Esperemos que realmente se siga manteniendo.
-Hablas de delito y de seguridad interna, y pienso en las expresiones de derecha donde inseguridad y violencia es un tándem que atraviesa la agenda política pero también se instalan como temas de interés y preocupación para la ciudadanía. ¿Cuáles son los índices en materia de inseguridad en las ultimas décadas, hubo variaciones en la tasa de encarcelamiento?
-Efectivamente, la derecha coloca a la inseguridad y la violencia como temas que están todo el tiempo en las agendas de las campañas. Creo que en éstas últimas no fue tan así, por suerte, porque estuvo centralizado en todo el tema económico incluso en una campaña donde se dieron cosas muy raras como que el partido que perdió, haga campaña por uno de los que ganó.
Pero es un tema que está muy presente en las agendas de la derecha, y casi que es una de las pocas cosas que tiene para ofrecer, ¿no? Aumentar leyes penales, comprar más cámaras, comprar más patrulleros. Y cuando el Estado se retira de otras cuestiones, lo que tiene para ofrecer es eso. Y en esta campaña asistimos a una propuesta de La Libertad Avanza, de Milei, donde si planteaba que va a terminar con la salud, que va a terminar con la educación y que va a privatizar todo eso, la pregunta que aparece es, ¿qué queda para el Estado? Bueno, más patrulleros, más cárceles, más mano dura.
Y sobre lo que planteas en la pregunta, esto es muy impresionante porque al mismo tiempo, cuando uno ve cuáles han sido los números sobre el encarcelamiento en la Argentina, nos indica que no para de crecer. En los últimos diez años, se duplicó la población penitenciaria en términos de números por cada 100 mil habitantes, no es que se duplicó la población en cárcel. Argentina siempre fue un país de una población carcelaria razonable 60, 70, 80 presos cada 100 mil habitantes y ahora tiene el doble, ronda las 180, 190 personas. Y este es un fenómeno que ha ocurrido en casi todo el mundo, sin embargo, es notorio que en nuestro país pasó en los últimos diez años. Y es un fenómeno que no se visualiza, porque finalmente, cuando te hablan de la puerta giratoria, eso no está pasando en la Argentina. Lo que sí está pasando es que hay condenas más cortas. Hay un circuito carcelario de penas cortas y de tipos que entran y que salen. Esto no es algo bueno, porque finalmente, genera una socialización entre la cárcel y el afuera (el barrio) donde se aprenden cosas y luego se juntan con gente adentro de la cárcel. Todo eso te da una “especie” de status afuera. Es un problema más que nada para los pibes más jóvenes.
-En síntesis no se observan mejoras con estas políticas…
-Es lo que sabemos, no sólo no mejora en términos reales ni la violencia ni la seguridad, sino que empeora con un mayor índice de encarcelamiento, y mayores entradas y salidas en las cárceles. Entonces eso también es algo que va en contra de un sentido común, pensar que porque hay más personas encerradas, es mejor. Y por otra parte, uno dice: “Bueno, están encerradas” pero ocurre en un lugar donde realmente están hacinados en muchos casos. Yo he realizado mucha investigación en cárcel y en la gran mayoría, hay mucha más población de la que debería haber. Eso también genera problemas adentro. Hay un montón de leyes (y sus últimas modificaciones) donde sobre un montón de delitos ya no se permite más la libertad condicional, que es la última parte de la pena, cuando se cumple un cierto tiempo en prisión. En general, cuando se cumplen dos tercios de la condena, el condenado puede pedir la libertad condicional y pasar su última parte de la condena en la calle. Por supuesto, con un montón de condiciones para seguir cumpliendo la pena, nada más que afuera.
Sin embargo, ahora cada vez que hay reformas legislativas, sacan la libertad condicional de más delitos. Con lo cual, la libertad condicional como tal, queda habilitada para escasos tipos de delitos. Y esto es un problema enorme también hacia adentro de la institución penitenciaria, porque genera un montón de tensiones y de dificultades para poder manejar esa violencia interna sin una válvula de escape, que implica que si una persona se porta bien y cumple con los reglamentos, puede salir anticipadamente a seguir cumpliendo su pena afuera. Esta cuestión punitivista termina con esta posibilidad. Y vuelvo a repetir, porque no son cosas que funcionan para mejorar, por el contrario, agravan el problema y eso es lo más inquietante. Esto lo deberían pensar un poco más las personas que van a estar vinculadas con la gestión del delito.
-Y me interesa pensar ¿cuáles son las variaciones en los tipos de delitos o los que menos se han trabajado desde la política pública en materia de seguridad? Y ¿cómo entra en este escenario el discurso que instala el estereotipo del “pibe chorro”?
-No es que hayan variado los tipos de delitos sino que lo que ha variado es cuál es el sistema de atrapa: siempre atrapa lo mismo. Sí es verdad, por ejemplo, que en el tema de drogas es muy impactante el crecimiento de la población penitenciaria femenina, en gran medida vinculada con el pequeño tráfico de drogas. Y eso es también otra cosa que, por supuesto, para el problema de las drogas no le hace la más mínima mella. Que uno atrape a la persona que tiene un búnker en la esquina de un barrio no cambia el problema. Si no existe otra política que la de atrapar al último eslabón de esa cadena, lo que va a ocurrir es que esa persona es reemplazada en 48 horas. Pero además, si es mujer (que es lo que pasa en muchos casos sobre las mujeres encarceladas) esto genera un problema social tremendo porque en general esa mujer es la que mantiene a la familia, de ella y quizás de otras. Sin ese sustento, deja a sus hijos al cuidado de alguien como un familiar, una abuela, lo cual es un problema ése, ¿no? Es un problema que no pensamos en esos términos, ¿sino qué pensamos? Hacer un número y encerremos a más personas, sin importar ¿cómo mejora lo que queremos mejorar? Y ¿cómo empeora lo que podríamos mejorar de otra manera?
Sobre la cuestión que señalas acerca del estereotipo del pibe chorro. Es una figura emblemática que sirve para todo. El pibe chorro es el culpable de todos los problemas sociales que hay en el barrio, que tienen que ver, por supuesto, con una degradación enorme en términos económicos de aquellos que significan realmente problemas y que no han sido gratuitos en estos años, como el aumento de la pobreza, etcétera. El pibe chorro es entonces sobre el que recaen todos esos miedos, ¿no? Todos los miedos que podemos tener de no contar con un plan social, de tener que esperar dos horas para que me atiendan en la salita, de que los pibes en la esquina venden droga, todo eso se lo trasladamos al pibe chorro que es una figura atrapa todo.
Tiene mucho que ver con la desigualdad, y ése es el gran problema: la desigualdad social. Porque estos pibes reciben un mensaje de una cultura de consumo que después, ¿cómo haces para bajar esas expectativas? Hay todo un tipo de bombardeo para el pibe del barrio que no tiene trabajo, que el padre no tiene trabajo, que el abuelo no tiene trabajo y tiene unas expectativas de consumo que no son, por supuesto, tener un auto cero kilómetros, pero sí son tener zapatillas caras, el celular caro, ir al recital, tener la moto, etcétera, todas esas cosas que quiere cualquier pibe. El camino para obtenerlas, son bastante pocos y el más cercano es el delito, más allá de que trae un montón de peligros y problemas. Pero es un camino más factible y que también genera un cierto status. Es toda una problemática bien compleja la de los jóvenes, y también siempre pensada desde un lugar equivocado.
-Por último otro tema que resurgió en campaña y está en la narrativa social es la defensa de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas que por momentos se ha puesto en tensión…
-Este tema tiene una connotación más de política internacional y no es mi área pero me parece que sería un gravísimo error que Argentina deje de pedir por la soberanía de Malvinas, entre otras cosas, porque lo ha hecho ininterrumpidamente. Por lo tanto dejar de hacerlo, rompería esa tradición y eso claramente, no es bueno. En política internacional, este viraje nos ubicaría en un lugar mucho peor.
∆ {Curaduría por Equipo Circular}