jueves, 3 de octubre de 2024
Contate una

“El feminismo es un atravesamiento personal de lo colectivo”

Feminismos incómodos y una mirada crítica sobre el mundo que deseamos.

•×Clara Chauvín

[Entrevista]

 

© Fotos: Archivo Laura Klein y Clara Chauvín

“Yo aborté y no puedo sostener que al abortar fui una mujer libre. Una mujer que aborta está entre la espada y la pared: ni quiere tener un hijo, ni quiere abortar. Le está vedado batirse en retirada. Quisiera no haberse embarazado, quisiera perderlo espontáneamente. Como en muchas otras situaciones de la vida, decide hacer algo que no quiere”. Con esas poderosas palabras, Laura Klein comenzaba su exposición ante el Senado de la Nación en el marco del tratamiento del entonces proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en 2018. Esa alocución estaba en línea con el espíritu que ha atravesado su trabajo: colocar una mirada crítica y feminista para hablar de todo eso que nos incomoda (incluso del mismo feminismo), encontrar esos grises que forman parte de la experiencia y no siempre son representados por los discursos. Una perspectiva fue plasmada en su libro más aclamado Fornicar y matar. El problema del aborto de 2005, que luego fue reeditado como Entre el crimen y el derecho, un trabajo que la escritora María Moreno calificó como “la biblia del aborto”.

 

 

Laura es filósofa, poeta y ensayista. Formó parte del consejo editor de las revistas Xul – Signo viejo y nuevo (1980/1982), Praxis (1983/1986), Alternativa feminista (1985), Mujeres en Movimiento (1986), del Periódico Madres de Plaza de Mayo (1987/1989) y de la revista Estrategias – Psicoanálisis y Salud Mental (2013/2019), así como de la Editorial La Letra Muerta (1997/1999). Forma parte del plantel de la Facultad Libre de Rosario desde sus inicios y de la Universidad Nacional de Rosario desde 2016. Da seminarios de filosofía y talleres de supervisión de escritura de ensayos y de trabajos teóricos. Varios de sus artículos pueden encontrarse en su web lauraklein.com.ar.

 

-Muchas veces desde los feminismos se instalan eslóganes que dan por sentadas ciertas ideas que quizás haya que empezar a desarmar ¿Con qué respuestas te encontrás cuando comenzás a cuestionar estos discursos?

-No siempre me encuentro con lo mismo. La experiencia con expresiones como, por ejemplo, “mi cuerpo es mío”, “elección libre”, “maternidad responsable” es muy diversa.. A mí me pasó, antes de empezar a escribir el libro Fornicar y matar, yo usaba libremente y con desparpajo y alegría estos eslóganes. La escritura te hace pensar de otra manera, entonces hay una responsabilidad también, pero no de vigilancia sino que para mí escribir me permite otra escucha. Empecé a escuchar. Una cosa es poder decir “elección libre” y otra cosa era escribirlo donde le das una legitimidad que yo tenía que respaldar y me empecé a encontrar que no la podía pronunciar. Una consigna que había proclamado desde hacía por lo menos 20 años, de repente me resultaba que no la podía decir. Primero para mí misma, con lo que la primera crítica que me encontré era yo chocando con esa consigna y cómo esa consigna chocaba con mi experiencia. Hasta ese momento no me había dado cuenta y ya había tenido experiencias de aborto. Pero fue en el momento de la transmisión que me encontré con que esa consigna me dejaba afuera. Frente a esto de desarmar “elección libre”, te diría que las respuestas que me encontré casi todas fueron de agradecimiento y liberación. Yo pensaba en la elección libre y eso me habilitó a abortar, pero si lo pienso un minuto no había ni elección ni era libre. No lo había elegido, había quedado embarazada sin querer y me había cuidado. No estaba eligiendo libremente para nada ¿Cómo puede ser que para embarazarme no soy libre y para abortar sí? Me pareció que era un mejunje que descomponía el embarazo en dos etapas no conectadas entre sí. Entonces desarmando esa consigna, había un alivio en las mujeres porque no se habían sentido libres, no se habían sentido que elegían. Finalmente encontraban algún nuevo modo de decir que no las dejara capturadas en la self made woman. Con otras consignas como “mi cuerpo es mío” pasa lo mismo ¿es mío para abortar y no es mío para quedarme embarazada? Y además ¿somos propietarios de nuestro cuerpo? ¿El cuerpo es un objeto, una máquina que me sirve y le hago lo que quiero, o el cuerpo también me indica cosas? Yo no digo tomar un embarazo no deseado como un signo divino ni un mandato del inconsciente, pero es un acontecimiento que me dice cosas, como te dicen cosas muchos acontecimientos de la vida, así caiga un rayo en tu casa o un tsunami. Los acontecimientos te hablan, tenemos la compulsión a darle un sentido. Cuando una se queda embarazada sin quererlo, parece que tu cuerpo no es tuyo solamente. El sujeto es una cosa y la subjetividad es otra y nuestra subjetividad es mucho más amplia que el sujeto que somos. Entonces, paradójicamente, esta conciencia de que mi cuerpo me es en parte ajeno, lejos de dejarme entregada al caos, propicia cierta liberación de ese supuesto orden de un poder de control sobre mi cuerpo.

-Otra de las consignas que se hicieron muy fuertes, en especial durante el debate por la ley de IVE fue “la maternidad será deseada o no será”. Esta vinculación del deseo con la maternidad como algo que se quiere realmente y no por perseguir un mandato. Sin embargo, los deseos también son construcciones culturales ¿Es posible en la actualidad hablar de una maternidad en esos términos sin ningún tipo de factor social que influya?

-Si pensamos en las obras sociales, las nuevas tecnologías reproductivas están contempladas como prestaciones obligatorias, pero no está el aborto, incluso siendo legal. Está claro que a nivel social la maternidad sigue siendo un bastión naturalizado de la realización vital de las mujeres, tanto que hasta se generaron productos como la maternidad subrogada. Y esto alcanza hoy también a los varones y a las disidencias. Para los varones la paternidad es algo muy importante, antes era por patrimonio, orgullo, virilidad o formar una familia. Ahora es un sentido de la vida, porque todo está tan perdido y desastroso para realizarse en la vida políticamente, económicamente, socialmente… Hay algo ahí que hace que los varones estén mucho más ligados a la paternidad emocionalmente como deseo de paternidad. 

-Sumado a que la paternidad, en caso de varones cis, tampoco los atraviesa físicamente en el cuerpo como sí a las mujeres y personas con capacidad de gestar.

-Viste esto de cuando hay varones que dicen “estamos embarazados”, o sea se mueren de ganas. Pareciera que ahora, en algún sentido, se dio vuelta la tortilla. Una vez fui a realizar un taller de aborto en un penal de Paraná, uno de mujeres y otro de varones que están en frente uno del otro. En el de mujeres, todas dijeron que ninguna había abortado. El aborto era como un equivalente a un infanticidio mas o menos. En estos estratos había una relación con la maternidad como una realización muy fuerte. Una dijo: “Yo aborté porque mi marido me pateó la panza”; otra dijo “aborté y me arrepiento”. Y había una chica de 23 años, seis hijos, el primero lo tuvo a los 15 años fruto de una violación, que condenaba fervientemente cualquier tipo de aborto y en cualquier caso. Me impresionó mucho ese repudio al aborto. Quizás habrán abortado casi todas voluntariamente, pero no lo podían decir porque iban a hacer  escarnio de las compañeras. Esto revela una sacralización de la maternidad que continúa existiendo. Sí es mucho más tolerable y dejó de ser un estigma a nivel social el decidir no tener hijos. Pero la decisión de tener hijos, incluso dentro del feminismo, sigue siendo en gran parte un mandato. Evidentemente debe ser una experiencia alucinante, pero también hay madres arrepentidas. 

-Las mujeres históricamente hemos sido oprimidas y nos han recaído mandatos sobre cómo deberíamos ser: femeninas, sumisas, buenas esposas, buenas madres etcétera. El avance de los feminismos ha sido muy positivo y liberador, pero al mismo tiempo pareciera que estableció ciertas reglas sobre cómo deberíamos ser las feministas. Por ejemplo, la obligación de que tenés que salir a marchar el 8 de marzo. ¿Cómo crees que sea posible que el feminismo no recaiga en nuevos mandatos a cumplir cuando se supone que es un movimiento para la liberación?

-Podríamos pensar que todos los movimientos políticos hasta ahora han generado mandatos nuevos, a veces más represivos que aquellos contra los cuales luchan, -digo más represivos porque son más difíciles de transgredir que aquellos que nos son impuestos y que son los que queremos voltear. Y también: ¿cómo hacer algo sin algún tipo de mandato? El surgimiento de ideales parecería ser la condición de un movimiento emancipador. Pero el feminismo, a mi entender, no es un reemplazo del heteropatriarcado, es una metamorfosis. Entonces creo que es importante tener conciencia de los mandatos para relacionarnos con ellos como una aspiración y no como una nueva identidad, un ser que si no lo encarnamos lo estamos traicionando. Hay como una moralización, el ideal te condiciona y te condena cuando no cumplis con ese ideal. Hay ideales que te guían. Tal vez que no haya mandato es que ya no necesitamos un reaseguro, digamos, tras quedarnos huérfanos de otros mandatos. Un movimiento ¿cómo se unifica? con valores; y los valores fácilmente se convierten en mandatos. La conciencia de eso y el humor sobre eso ayudaría bastante a disolverlos. El humor es bárbaro para disolver los mandatos

-¿Crees que falta humor dentro del feminismo?

-Sí, absolutamente, falta humor. 

-Justamente ese tipo de cosas se pueden ver en muchas “cancelaciones”. Incluso hacia feministas que quizás cuando dicen algo que genera desacuerdos, pasan de ser ídolas a enemigas del movimiento. 

-Las cancelaciones tienen un aspecto policial muy fuerte y las redes sociales tuvieron y tienen mucho que ver con eso. Si te vas un poquito del supuesto grupo de pertenencia, ya se te acusa: no eras la que yo pensaba. 

-Si pensamos en la expansión de los feminismos a nivel global, al igual que ha pasado con muchas luchas sociales a lo largo de la historia, es inevitable que el capitalismo termine absorbiendo esos ideales y los termine superficializando y vaciando de contenido político ¿Cómo crees que sea posible continuar con un feminismo que siga rebelde y crítico del sistema?

-Yo creo que todo es capturado por el mercado, lo cual no quiere decir que todas seamos capturadas en la misma medida y de la misma forma por el mercado. Luchar contra ese marketing es una ilusión crítica pero ilusión al fin, salirse parcialmente es otro camino, más fructífero, posible y desafiante, y también creativo. El subcomandante Marcos decía: “Quieren que tomemos el poder, no lo van a lograr”. 

-Existen sectores que hablan de “romper el techo de cristal” y que las mujeres alcancen lugares jerárquicos en empresas, pero también hay muchísimas otras que todavía están pensando cómo llevar un plato de comida a la casa. Termina siendo un debate de clase media.

-Cuando tenía 25 años escribí un folleto llamado “Feminismo y política” donde decía que el feminismo era anticapitalista. No lo pienso más, hay feminismo capitalista, feminismo racista, feminismo de clase, hay de todo. No creo que el feminismo tenga una esencia que se pueda decir anticapitalista. Hay feministas que quieren meter feminismo en el capitalismo o se sienten feministas porque son CEOs. Cuando aparece esta masificación del feminismo, empiezo a escuchar que medio país es feminista. Algunas dicen “yo nací feminista” porque eran mujeres que siempre pensaron en la igualdad. De ahí a realizarla es otra cosa. El feminismo es un lugar de desnaturalización de lo natural. No nacés feminista ¿Acaso no tenes pecado original o naciste fuera de esta atmósfera? El feminismo es un atravesamiento personal de lo colectivo. Si naciste feminista, naciste liberada. Pero así como me cansó el marxistómetro, me cansó el feministómetro. ¿Pensar en una esencia? ¡No!  El feminismo devino en muchas otras cosas, en principio, en que no es uno solo. Devino en cosas que están fabulosas y en cosas que no lo están. Estar atentas, inventar nuevos recursos. Ver cómo funcionan, ver qué nos pasa.

-Silvia Federici habla de “militancia gozosa”, que nuestra lucha por un mejor futuro también sea un disfrute y tenga una reparación para el presente…

-¿Por qué la izquierda y el feminismo tienen que pensar como sacrificio lo que hacen? Si nos plenifica, obvio que no desde el confort sino desde el esfuerzo. Esfuerzo no es lo mismo que sacrificio. Y quiero subrayar que los activismos se plantean una tarea  dirigida al futuro, pero que también se vuelve sobre el pasado. Porque también estás atrapada en el pasado, en tus madres, tus abuelas, y el tuyo propio y querés redimir tu pasado. Estoy pensando en lo que dice Walter Benjamín en las “Tesis de la filosofía de la historia” donde afirma que las luchas revolucionarias no son sólo para las próximas generaciones, sino que redimen a nuestros muertos. En el feminismo este aspecto es muy importante. Mi mamá vino de Polonia, quiso estudiar y no pudo. Venía de una familia donde nadie hizo la secundaria, eran ocho hermanos, y ella fue sola y se anotó en una escuela. Fue la única que terminó el secundario en su familia, después quiso estudiar, ya casada, estudió Psicología Social, empezó a ir a un taller de escultura e hizo cosas fabulosas. Creo que ella quiso que sus dos hijas no fuéramos como ella y era un gran deseo que nosotras no tuviésemos esa limitación. Mi militancia feminista tal vez tiene que ver más con redimir a mi madre de lo que no pudo y quiso, que con hijos o generaciones futuras. Quiero decir, están las dos cosas pero el pasado es muy importante en el feminismo. 

-También tenemos muy cerca esos feminismos emergentes durante los ‘80 con el regreso de la Democracia, de la cual vos fuiste parte… 

-Y para mí era más gozoso que ahora. Era muy gozoso encontrar en el feminismo otros modos de pensar, de interpretar, y amigas con las que seguimos descubriendo cosas nuevas y nos seguimos embarcando en aventuras, a veces ridículas pero siempre cuestionadoras y muchas veces provocativas. Lo que no fue gozoso siempre fue la militancia política por los derechos humanos porque estabas en peligro. Cuando íbamos con las Madres de Plaza de Mayo, las luchas contra la dictadura no eran gozosas, aunque había una potencia que desarrollabas que era inmensa. 

-Recién hablamos de cómo el capitalismo ha tomado la lucha de los feminismos para superficializarlo. En igual sentido, ¿qué hacemos con el Estado que burocratiza nuestras demandas? Por ejemplo con la creación del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad que encima terminó siendo carne de cañón para que referentes de extrema derecha digan que es una de las primeras áreas que cerrarían si llegan al gobierno.

-Por un lado, creo que no hay que delegar absolutamente en el Estado. En caso de los abortos, es vital que, legalizado, siga existiendo el socorrismo y otras formas autónomas de realizarlos. Por ejemplo, en Uruguay se legalizó el aborto pero no podés abortar por fuera de los canales habilitados por el Estado. Pareciera que, si nos reconocen formalmente, tenemos que doblegarnos y agradecer. Pero el Estado, con sus pros y contras, es parte de los recursos con los que podemos contar, y muy valioso. No sólo burocratiza las demandas. Por eso es necesario, y diría, astuto, mantener una relación de distancia crítica con el Estado, menos idílica, más lúcida y menos sometida.

∆ {Curaduría por Equipo Circular}


CRÉDITOS
*Laura Klein es filósofa, poeta y ensayista.
Instagram: @Laurakleinok

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *