Con el andamiaje movido
Teatro, cuerpo y temporalidades en un rompecabezas.
•×Mona Gastiasoro*
[Crónica]
© – Teatro Estudio El Cuervo
Pompeyo Audivert presentó Habitación Macbeth. Una crónica recorre su pensamiento y su obra, que como un rompecabezas arrasa con el presente del teatro y deja una estela cargada de poesía y política.
Hay quienes dicen que setenta y dos horas es un tiempo suficiente –y hasta el necesario– para comprender, trabajar emocionalmente o como quieran llamarlo, aquello que vivimos y que positiva o negativamente nos impacta. En cambio, siempre creí que con cuarenta y ocho era suficiente. Estaba equivocada y esta vez necesité de muchas más.
A esta altura voy a decir que fue un domingo a la tarde que en respuesta a la invitación del grupo organizador de la Feria de la Palabra en Concepción del Uruguay, asistí a una mateada cultural. Era una tarde hermosa, ideal para compartir con los cumpas teatreros, para encontrarnos y reencontrarnos. El adicional fue tener la oportunidad de intercambiar ideas, preguntas y experiencias con Pompeyo Audivert. Se olía una especial tarde de domingo pero no era la de cualquier domingo.
La imaginación política
Treinta o cuarenta personas, de todas las edades y estilos –para seguir con los números– como la Fiesta de Serrat, asistieron peinades y despeinades, colorides y monocromáticos, informales y formales. Armamos ronda en un obvio y esperado ensamble de voces, risas, carcajadas y sonar de espaldas en los abrazos con palmadas. Todo cambió “a las cinco de la tarde” – ¿conocen el poema de Lorca? – cuando se produjo el silencio. Un alto y flaco Pompeyo Audivert, como quien no quiere la cosa, dijo: –Hola–, más con la mano que con la voz. Tal vez era lo más fácil porque inmediatamente después del silencio, llegó el aplauso que nació porque sí nomás, como todas estas cosas. Alguien le alcanzó la silla que le correspondía en la ronda y se sentó tranquilo estirando el cuerpo, cruzó sus interminables piernas y nos miró diciendo: –¿Y ahora?
Olivia lo presentó con fechas, algo del currículum, teatro, cine, series, tele, actor, docente, director, adaptador, lo presentó desde todos los lugares donde se palpa, se conoce a y se vive el teatro. Luego llegaron las preguntas: ¿Cómo es esto de que el teatro tiene que ser “un piedrazo en el espejo”?, ¿esto de mostrar una realidad al espectador para que una vez que se vea reflejado en ese espejo se lo rompamos con teatro? Las preguntas no se detenían.Pompeyo tomó un mate y tranquilamente respondió sin exaltación pero con una profunda pasión.
Le tomó veinte minutos contestar la primera pregunta, habló sobre la otredad, el cuerpo como centro del trabajo, como herramienta, la necesidad de que las interpretaciones sean disruptivas y que entonces el teatro sea disruptivo, poner en funcionamiento la máquina teatral, hasta que sin darnos cuenta llegamos a la metafísica de lo teatral. ¿Cómo llegamos hasta aquí? Fueron las miradas de quiénes escuchábamos: –¿Cómo nos involucró de tal manera desde lo gestual y desde la voz, mientras tomó mate de mil maneras distintas? Dejemos de buscar la memoria emotiva y todo eso, hagamos trazos con el cuerpo, y lograremos, que el bicho teatral aparezca y se adueñe de la escena. Tic, toc, trash, los preconceptos se fueron resquebrajando y en los vacíos que dejaban esos fragmentos en nuestras cabezas, se acomodaron preguntas y dudas.
No, tampoco es sólo el cuerpo, hay una unidad del todo, pero no como la concebíamos sino totalmente distinta, una unidad en el rompecabezas. La telaraña siguió agrandándose se sumaron los Discépolo, Shakespeare, mientras pasábamos por Florencio Sánchez. El teatro transformándose en un hecho poético. Pero, ¿de qué estamos hablando? Los Discépolo y Sánchez integran el teatro costumbrista, entonces, ¿cómo se hace para que sea disruptivo? Otra vez los clics en la cabeza.
Rompecabezas
Dos horas. Charla, preguntas y respuestas en las que no quiero ahondar. ¿Por qué? Porque no. Punto, como decía mi vieja. Sencillamente porque la idea de este relato es transmitir sensaciones, sentires, percepciones o como quieran llamarlas. Cerca de las siete fue el momento de dejarlo ir a preparar la función. Volví a casa masticando, digiriendo, deshilvanando el ovillo que había quedado en mi cabeza. Nueve menos cuarto, de regreso al auditorio, la fila era larguísima, afortunadamente Solange, llegó más temprano y ya estaba en la mitad. Otra vez público variado, estaban quienes no faltan nunca en el teatro y los “porque lo conozco de la tele”. Resultado, auditorio repleto.
En el escenario un músico, acá nomás, en un rinconcito, daba ternura en ese costadito con su luz y su instrumento. Pero cuando comenzó a tocar se terminó la ternura y arrancó la magia estruendosa en un vuelo. En el centro vacío, apareció el que creíamos era Pompeyo, una túnica corta que lo hacía más imponente y más interminables eran sus piernas. Error, no era Pompeyo, eran las brujas, tres en un solo cuerpo – no cuerpo. Después el Rey, montado en un enorme caballo, acompañado del criado, que galopaba a su lado sobre un caballo más pequeño. Y en una vorágine que no dio respiro, desfilaron uno a uno todos los personajes de Macbeth. Fue un derrotero donde salimos de la fosa, entramos a castillos, de pronto en habitaciones y siempre como fisgones de esa realidad, metidos dentro de cada escena, espiando y sintiendo lo que ellos.
Pero la conmoción no anuló el clic clic de las fichas cayendo en nuestras cabezas. En el sudor que desprendían esos cuerpos deformados, en las voces que resonaban, en cada escena, estaban todos, absolutamente todos los conceptos que habíamos escuchado en la tarde. En Habitación Macbeth estuvo todo el universo Shakespeare. De ése cuerpo – no cuerpo, brotaron los siete personajes perfectamente identificables.
Casi dos horas después, exquisitez infinita, disfrute, boca abierta, admiración.
Quienes se lo perdieron sólo voy a decir: –Lo lamento por ustedes. Mientras que a Shakespeare, donde quiera que esté: –No vas a encontrar mejor adaptación para monólogo, Wiliam. A les organizadores de la Feria de la Palabra: –Unas muchas gracias inmensas. Y a Pompeyo a quien me crucé finalizada la función cuando estaba parado en la vereda junto a sus cosas, esperando la camioneta, humilde, tranquilo, como si nada hubiera ocurrido, como si no nos hubiera movido todo el andamiaje, solo me salió decirle con emoción: –Con todo respeto, sos un soberano hijo del arte.
∆ {Curaduría por Equipo Circular}